Las cagadas de las moscas se mezclan con la celulosa en los libros. Ambos materiales se pudren juntos (cagadas y plantas muertas) y dan ese hermoso olor a las librerías de viejo.
Voy a sacar a pasear a mi diafragma, a ver si consigo expulsar las polillas que se han alojado entre él y mi estómago.
Un amigo, querido amigo, era tan poco dueño de su voluntad que esnifaba hasta los etcéteras.
Casi se podían oír sus pensamientos saliendo por sus orejas y cayendo hasta el suelo. Sería la demencia senil, pensó.
Se sentía enamorado y feliz. Lástima que tuviera que pagar a su mujer para poder verla a través de una cámara.
Los escritores hablan con las manos como los ciegos, pero también lo hacen los masajistas y no por ello se les envidia (ni a los masajistas ni a los ciegos).
Pero para qué esta puta costumbre de mierda, se preguntó el monje budista en plena meditación.
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