viernes, mayo 30, 2014

Crujiditos



Hay veces en las que la vida entra en un impasse, un espacio o un tiempo (lo mismo da, cada vez lo tengo más claro) en el que todos esperamos algo que ponga en marcha el mecanismo de la existencia una vez más, la ruedita dentada dentro de la rueda mayor, clac, clac, crujiditos leves, y todo de nuevo en movimiento. Una imagen reconfortante, porque es mucho mejor pensar en el mundo como en una maquinaria perfecta y ajustada y no como en lo que en realidad es, un caos informe, una estructura, una sintaxis en la que las reglas generativas son incognoscibles. O algo así.

Son días en los que es probable que las dolencias se acumulen: una lumbalgia, ciática, dolor de garganta, un pequeño herpes (cómo van a importar, con todas esas [nuestras] madres indestructibles, doloridas a diario, que suspiraban profundamente cuando sentaban mientras decían: por fin me senté; también decían: hoy no he tenido tiempo ni de mirarme...) y el espíritu va quedando minado. También aparecen afecciones mucho peores. Enfermedades terribles. 

Lo peor es la sensación, apenas atisbada (a la que no queremos dedicar mucho tiempo no vaya a ser que) de que, tal vez las cosas permanezcan ahí, en el estadio actual sin avanzar en ningún sentido, sin posibilidad de mejora. Siempre aquejados de los mismos problemas. Y eso en el mejor de los casos. Tememos que se detenga el tiempo, tal y como esperaban los cristianos antiguos en el Paraíso,  y que sea eternamente inmóvil e igual a sí mismo. 

No, pensamos, las cosas cambiarán, en un sentido o en otro, las cosas irán a mejor (mejorarán definitivamente, ya lo creo, cómo si no), no siempre vamos a estar en esta espera. Damos el progreso por supuesto, como si la ciencia lo hubiera contaminado todo con su optimismo, obviando que el mismo mundo tiene una naturaleza fractal (tal y como me dijo un amigo mío una vez con mucho acierto) y a cada pregunta respondida aparecen multitud de nuevas preguntas. Pero es que mejorarán. Estoy seguro. No pueden no hacerlo.

Wishful thinking, le llaman a eso los ingleses. 

Y resulta que hay unas elecciones. Y, de repente, lo que parecía anclado, toma una deriva extraña y el clac clac de la maquinaria hace un ruido raro y nos observamos preguntándonos:  ¿Y ahora qué?

Como si el mero hecho de hacernos esta pregunta no fuera ya un avance.

miércoles, mayo 21, 2014

Recomendación

Pues sí, ayer volví a hablar de literatura, a una pequeña rusa de 19 años, con un rabillo pintado en los ojos demasiado marcado, y también a los amigos y noté, poco a poco, como iba creciendo el entusiasmo en mi interior (me dije, qué cosa más rara, que crezca así el entusiasmo), así, tal cual, porque yo había empezado la conversación con una mirada un poco conmiserativa, la verdad, miraba a la chica rusa y pensaba, pobre, con lo joven que es, espero que no se decida por la literatura, que no da de comer y además está llena de rijosos que pretenderán llevársela a la cama deslumbrándola con citas (leídas o inventadas, qué más da) y si no, a ver por qué la mayoría de escritores son tan feos, a ver, pues por eso, porque ya en el instituto decidieron hacerse con una personalidad ya que no podían aprovecharse de su físico, destacar de la masa gracias a sus lecturas y muchos de ellos lo consiguieron, muchos de ellos se despertaron años más tarde al lado de una mujer escultural, así que me dije, pobre chica, espero que le dé por la ingeniería, o por las matemáticas, o por cualquier otra cosa que no sea la literatura, tan llena como está de caras de resignación, como las de esos pobres editores que saben que el libro que acaban de editar tampoco va a vender mil ejemplares o esos pobres escritores que hablan de sus libros para un público iniciado en el culto, como si fueran sacerdotes órficos, o algo así, satanistas seguidores de Crowley, y se ponen a decir cosas que a la inmensa mayoría de los mortales les parecen, simplemente, incomprensibles.

Y el entusiasmo iba invadiéndome, y yo no podía hacer nada, y me notaba cada vez más animado y los ojos (estoy seguro de que fue así aunque no pueda verme desde fuera como si fuera Dios contemplando a sus pequeñas hormiguitas) comenzaron a brillarme y, al final, me puse a recomendar libros como un loco, al final, dije: pues tienes que leer "El día del Watusi" (oh, oh, el Watusi) pero entonces un amigo me dijo que la chica era rusa (yo no lo sabía hasta ese momento) y que tenía 19 años (la verdad es que parecía mayor) y claro, pensé, pues no le va a gustar, cómo le va a gustar una revisión satírica de la transición (y con mucho más mérito que otras posteriores, eh, ahora se ha puesto de moda verla con ojos críticos, pero estamos hablando de un libro escrito entre 2002 y 2003, un libro escrito en la cima de la burbuja, en el culmen del España va bien), escrita con una agudeza tremenda, es cierto (como si Casavella se hubiera visto habitado por el espíritu de Cervantes, que a su vez se hubiera visto habitado en su día por el de Erasmo de Rotterdam; y ahora esta idea me recuerda a Vila-Matas, que en alguno de sus libros, si es que no son todos el mismo, hablaba de eso, de escritores viéndose poseídos por el espíritu de otros escritores) pero muy, muy centrado, el día del Watusi, digo, en la reciente historia de España, cómo va a gustarle a una chica rusa tan jovencita y con ese rabillo y esos zapatos rockeros, imposible, pensé, imposible y eso que la chica ya había sacado el móvil y estaba tomando nota como una niña aplicada, que es lo que parecía mientras nos escuchaba hablar, pobres ancianos.

Pero era demasiado tarde y ya habían empezado las opiniones a borbotear en mi interior, como un manantial de aguas sulfúricas, y claro, qué hacer entonces, pues cambié de tercio (qué expresión tan taurina esta) y dije, vale, no vas a entender el Watusi, ni falta que te hace (imaginemos que tenemos nosotros que leer una revisión satírica de la caída del comunismo en Rusia, no pillaríamos ni la mitad de los chistes) pero sí tienes que leer “Sangre de mi sangre” de Alistair McLeod, un canadiense que fue pescador y minero y que vivía en Nueva Escocia, y que seguía hablando gaélico, como toda su familia y su comunidad, a pesar de que hacía más de doscientos años que habían emigrado al nuevo mundo, porque es una puta obra maestra, le dije a la chica rusa, una puta obra maestra, repetí, por si no le había quedado claro lo que opinaba de ella y luego le dije, no la busques en las librerías, porque está descatalogada, pero la tienen en la biblioteca Iván de Vargas, en los Austrias, porque yo la pillé allí, así que la tienen seguro y esa sí, esa sí que tiene que gustarle, como tiene que gustarle a todo el mundo porque habla de la familia, y de las obligaciones que asumimos con ella, de las tradiciones y los orígenes, habla de la vida con un lirismo y una falta absoluta de cursilería que es casi imposible de conseguir para la inmensa mayoría de los escritores, vivos o muertos, que alguna vez se han dedicado a tan absurda tarea. Y me alegré mucho de habérsela recomendado.Y de haber vuelto a hablar de literatura. A pesar de todo.