martes, junio 26, 2007

Contra la literatura

La suya es una búsqueda polvorienta de páginas sucias, entre capas de papel vaporizado y cagadas de mosca. Por eso sus manos tienen un brillo especial. Porque el polvo que las mancha está compuesto de trozos de la Iliada y de versos de Yeats, de antiguas salmodias en letra gótica o de los dibujos aniñados y leves de García Lorca cuando sólo era un homosexual vergonzante que escribía obras surrealistas. Su biblioteca ocupa más de la mitad de todo el volumen de su casa y a veces duerme con un viejo libro de Shopenhauer bajo la cabeza, profundamente, pero con sueños llenos de leve desesperación en la cabeza. Sus ropas están ajadas, no tiene televisión y la música hace tanto tiempo que dejó de interesarle que después de la compra de un lote en la liquidación de una herencia tiró todos sus discos a la basura para ganar espacio. Consulta constantemente catálogos de librerías de viejo con la intención de hacerse con un ejemplar único, dedicado por la mano del autor y, por vacaciones, realiza peregrinaciones laicas para contemplar, arrobado y reverente, el escenario de trabajo de Faulkner o de Juan Ramón Jiménez. Escribe, escribe y escribe, dedicado a ello con la voluntad de un elegido de Dios, sabiéndose llamado a una misión.

Sus amigos hace tiempo que están muertos o nunca estuvieron vivos. Su única preocupación es a quién dejar la biblioteca cuando él también se vaya. Se considera un tipo feliz aunque siga siendo virgen a los veintiocho años.

miércoles, junio 20, 2007

Pasión

No tiene derecho a la pasión
quien tiene piloto automático a la muerte.

Construcción. Vicente Luís Mora.

miércoles, junio 13, 2007

Juan Ramón

“...Yo estaba entre unas ruinas, que un sol de eclipse dramatizaba, absorto en la vida. —Porque las ruinas, decía yo en conceptos fáciles y sublimes, son vida. Hace el hombre un palacio o una catedral y se quedan, terminados, muertos. Luego, el tiempo va agarrándose a la piedra, y el sol, el viento, el agua, el cielo, los pájaros, labran en lo yerto. Entonces, ¡qué atracción del movimiento de la cosas —oxidaciones, vejetaciones, gusaneras, jardines—.”
Juan Ramón Jiménez. “Sueño”. De los manuscritos sin editar del Archivo Histórico Nacional.

“Oxidaciones, vejetaciones, gusaneras, jardines”: la vida abriéndose paso en las ruinas y la oxidación como prueba final de la inutilidad de nuestra arrogancia.

Fantástico mundo este en el que no existe el tiempo y puedes identificarte con las palabras escritas por un poeta muerto a finales de los cincuenta.

domingo, junio 10, 2007

Niño

El niño aquel caminaba con alegría a diario, daba pequeños saltitos evitando las líneas de unión de las baldosas del suelo, o seguía empecinadamente la línea de unión de las baldosas. Todo estaba bien, y el día era eterno y había nuevas cosas que aprender y todavía las mujeres no habían aparecido como adversarias en su vida, sólo eran niños raros que lloraban más. Así que daba un paso y luego otro, más tarde un salto, evitando la rutina estúpida que los adultos siguen al caminar, porque el mero hecho de dar un paso era algo fantástico. Y si no que se lo pregunten a Jaime, que está en silla de ruedas y daría lo que fuera por poder correr con los demás críos, aunque eso sí, a la play era el mejor el cabrón, claro como tenía que estar sentado todo el día, sus padres le dejaban más rato con la play, a ver si esto de saltar no va a estar tan bien como parece, más tiempo en la play, guau, pero bueno, otro salto y ahora a evitar las baldosas rojas porque si piso una, algún desastre acabará con todo el planeta y ni siquiera los americanos podrán mandar una nave o algo que acabe con el meteorito, y sigo caminando y, de repente, ahí está. Y me paro.
Y aquí el niño se detiene inquieto. Porque todo el barrio sabe que en esa casa justo de ahí enfrente vive un señor bastante raro que está siempre en calzoncillos y bata y que no se afeita nunca. Cuando una vez Pedrín (su madre insiste en llamarle así pero todos nosotros nos reímos de él), envió el balón a su cerca, todos los demás nos quedamos paralizados. A nadie le apetecía lo más mínimo que el viejo gruñón le diera un grito y además, había sido Pedrín el que había enviado la pelota a su casa, que se buscara la vida, así que Pedrín fue para aquella casa y el viejo en bata le dio la pelota y le echó una maldición en un idioma muy raro, que sonaba fatal. Pero hoy hay un coche muy grande y negro, que está esperando en su puerta, y parece un coche de esos que salen en las pelis o en los vídeos musicales que son largos y cabe mucha gente dentro y de repente el viejo sale afeitado y llevando uno de esos trajes que lleva la gente importante en los bailes, un esmoquin me parece que se llama, y entonces el hombre que espera en la puerta del coche con un traje oscuro dice: “Pase, por favor, señor Ferlosio”.

viernes, junio 08, 2007

Sobre el tamaño

¿Es el microrrelato a la literatura lo que el micropene al sexo?

¿Es cierto lo que dice Marías de que le parece normal que los relatos cortos hayan florecido porque "claro, cuestan tan poco..."?

domingo, junio 03, 2007

Radio

Estaba en su casa. Escuchando la radio como solía hacer. Le gustaba y le hacía compañía. Y era mucho más amable que la televisión. Menos invasora. No se metía en tu salón un señor con cobarta. Pulsó el botón para avanzar de emisora y, de repente, lo que parecía ser una conversación telefónica comenzó a sonar a través de los altavoces. Sucedía de vez en cuando.

En la radio una mujer preguntaba: “¿Lo has hecho?” y un hombre contestaba: “”; entonces ella decía: “Supongo que sangró como un cerdo” y un hombre diferente respondía: “No, la que va a sangrar como un ternera abierta en canal vas a ser tú. Puta”.

Al principio se alarmó. Pero más tarde pensó que seguramente se trataría de algún serial radiofónico.

Era una pena que la radio se llenara de basura como la tele. Al final iba a tener que apagarla.