viernes, agosto 29, 2008

Crisis

Esta refinada metáfora del papel en blanco, un rectángulo blanco en una pantalla llena de píxeles que trata de hacernos creer que seguimos escribiendo a máquina cuando, en realidad, todo lo que escribimos, todo lo que guardamos aquí, en este soporte magnético, o de estado sólido, o de lo que sea, a diferencia de nuestras antiguas cajas llenas de manuscritos mecanografiados, está al borde de la desaparición, al borde de no haber existido nunca: un pico de tensión, un golpe al ordenador, un susto, un incendio de una central eléctrica, una guerra nuclear, el fin de la humanidad tal y como la conocíamos, cualquier detalle sin importancia, y nuestras palabras se volatilizarían sin dejar rastro, como cuando la corriente de un río bordea una piedra y más tarde vuelve a ser río y cuatrocientos metros más abajo no hay ningún signo, ningún rastro de que la piedra haya estado ahí alguna vez. Así desaparecerían nuestras palabras, sin huella, sin humo, sin signo, sin pisadas, sin ruido, sin que pudiéramos aducir ninguna prueba de que alguna vez existieron.

Y entonces tendríamos un problema porque estas palabras estúpidas y vanidosas o sangrantes y verdaderas, pura morralla que puebla los discos duros de miles de servidores alineados de alguna remota nave industrial de California o aire y alimento del alma, buenas o malas, buenas y malas, con importancia o sin ella, son tan parte de nosotros como los personajes literarios que nos acompañan y que recordamos mejor que a algunos amigos que supuestamente existieron. Estas palabras, gran artificio, base y cimiento de la civilización y de la transmisión cultural, diferencia fundamental con los brutos, existen unas detrás de las otras y crean la ficción de la secuencialidad y del paso del tiempo, crean un universo cerrado sobre sí mismo. Un universo como el de las matemáticas, un universo incompleto pues, como ya Gödel se encargó de demostrar, contiene en su seno al menos una proposición que no puede demostrarse utilizando las propias reglas del sistema.

Y un día te levantas y ese día

¿Borrar todo?
Aceptar Cancelar

Pulsas Aceptar y que se vaya todo a la mierda.

Vacaciones

Cuando otros van llegando, algunos empezamos a irnos. Ahora es mi turno. No publicaré mucho durante las tres siguientes semanas pero supongo que algo escribiré de vez en cuando. Cuídense. No me olviden. Y, sobre todo, no me borren de sus enlaces. :-D

Nos vemos por aquí (signifique eso lo que signifique).

martes, agosto 19, 2008

Gracián

"No ai lisonja, no ai fullería para un ingenio como un libro nuevo cada día. Las pirámides de Egipto ya acabaron, las torres de Babilonia cayeron, el romano coliseo pereció, los palacios dorados de Nerón caducaron, todos los milagros del mundo desaparecieron, y solos permanecen los inmortales escritos de los sabios que entonces florecieron y los insignes varones que celebraron. ¡O! gran gusto el leer, empleo de personas, que si no las halla, las haze."

Gracián, El Criticón, II, iv.

Qué grandes últimas palabras: "si no las halla, las haze..."

lunes, agosto 11, 2008

Ausencia

La mujer sonreía mientras caminaba con elegancia, como si todos sus huesos hubieran sido colocados por un marine que lo hubiera memorizado para montarlo y desmontarlo con los ojos vendados.
Con sus formas rotundas, perfectos trazos armónicos que se movían ligeramente al andar, cruzó la puerta del bloque de apartamentos, soñando con la tarde que pasaría en casa de su amante, recordando otras ocasiones similares, fantaseando con las horas por llegar.
Casi siempre conseguía lo que se proponía, era cuestión de dejar que las cosas siguieran su curso porque los hombres, y sobre todo los hombres inteligentes, siempre estaban dispuestos a complacer a las mujeres hermosas. Y con este hombre no había sido diferente. Tan solo había necesitado dejar que el tiempo pasara, y aquí estaba ella, visitando por fin su casa, un ático en el centro de la gran ciudad. Ya era la cuarta cita y era la primera vez que visitaba aquel lugar. Las veces anteriores habían quedado en un hotel porque era un hombre casado y ella era una mujer discreta que entendía sus resevas. Solía pensar que las cosas maduraban y caían cuando estaban dispuestas, cuando llegaba su tiempo. Y así sería también en esta ocasión.

Llevaba los tacones con elegancia, como si fueran parte de su cuerpo, no como esas mujeres que no saben caminar con ellos y aún así se someten a la tortura de llevarlos. El suelo de madera encerada del suelo del ascensor, tan brillante que costaba trabajo fijar la vista sobre él, reflejaba de forma distorsionada su figura. Se retocó el peinado antes de salir, segura de que ese día tampoco habría nada que su belleza no pudiera conseguir. Llamó varias veces a la puerta y después de cinco minutos esperando que le abrieran marcó un número de teléfono en el móvil pensando que seguramente su amante estaría duchándose, a pesar de había llegado a la hora convenida, y que por eso no oiría el timbre de la puerta. Sin embargo, solo pudo dejar un mensaje en su buzón de voz. Tras otros cinco minutos, volvió a dejar otro mensaje, con un tono más indignado. Después del cuarto de hora de cortesía, cuando le resultó evidente que no había nadie en la casa, se marchó. Sola.

jueves, agosto 07, 2008

Distrito

La red de la empresa desaparece, se esfuma y todos los teléfonos emiten un crujidito, como si fueran animales que se quejan. Uno, y más tarde otro a su izquierda, y luego el que está un poco más atrás en otra fila de mesas iguales, hacen puc, puc, reiniciándose todos en una coreografía acústica y geométrica. Y nadie puede advertirlo porque todo el mundo está fuera y ese sonido cae blandamente al suelo como si el calor le impidiera pasar de una mesa a otra.
Y en el exterior existen doce cubos azules, pretendidamente perfectos, revestidos de planchas de cristal que parecen espejos. Pero debido a las minúsculas variaciones de ángulo en el montaje de las planchas, cuando miras en ellos el reflejo de los edificios de los alrededores, todos parecen estar rotos, como si hubieran sido construidos por Frank Gehry.
Y las caras de los niños que decoran las mesas de trabajo de sus padres sonríen a la cámara sin sospechar que lo que creían los indios era cierto, que las fotos te roban el alma, que detienen el tiempo y lo congelan y cuando esos niños hayan pasado por el mundo y ya no existan, muchos años después de que yo sea polvo (mas polvo enamorado… que diría aquel) seguirán mirándonos sonrientes y despreocupados.
Y muy arriba en el cielo, en la estratofera, esa capa de la atmósfera que empieza justo a 15 kilómetros de la superficie (ni uno más ni menos, ¡qué ridiculez!) algunas nubes con forma de hebras de lana se deshilachan. Y los coches parecen balas de plata sobre el asfalto, derretido y gris.

domingo, agosto 03, 2008

Tiempo

¡Porque en un minuto hay muchos días!
Romeo y Julieta, Acto III, Escena V


El día que Antonio salió de su casa una hora antes de lo habitual no se imaginaba el cambio definitivo que su vida iba a experimentar. El azar, que todo lo malmete, que todo lo embarulla, jugó un papel fundamental en el suceso que acabaría confinándolo en una silla de ruedas. Salió de su casa antes de lo habitual para ir al banco, para solucionar unos papeles sin importancia y acabó tendido sobre el suelo con la columna vertebral rota. Cruzó la calle para dirigirse a la oficina en la que tenía la cuenta corriente, y que abría a las ocho de la mañana, sin sospechar que aquella moto que iba a toda velocidad embestiría contra él a sesenta kilómetros por hora. Miró a la derecha y miró a la izquierda, como hacía siempre, aunque ese gesto no evitó el atropellamiento. Oyó un estruendo que venía de bastante cerca y que no logró identificar, pero no sospechó que aquel estruendo viniera de su propia sucursal bancaria. Se detuvo en mitad de la calle intentando escuchar con la suficiente atención para averiguar de donde venía aquel ruido, sin tener la más mínima idea de que justo aquello acabaría para siempre con la sensibilidad de sus piernas. Vio la moto venir a toda velocidad e intentó apartarse, pero tuvo mala suerte al elegir la dirección, la misma que eligió el conductor de la moto.

Se veía venir que ibas a acabar tumbado en el suelo con la columna vertebral rota. Se veía venir que te iba a atropellar una moto, se veía venir que en aquel segundo, en aquel minuto, en aquel momento, tu vida iba a experimentar un cambio definitivo. Antonio, deberías haber dejado las gestiones en el banco para el día siguiente, deberías haber cruzado la calle con rapidez, deberías haber escogido la izquierda.

Probablemente estarás de acuerdo con la cita que encabeza el texto. Me consta que llevas muchísimos días volviendo a aquel minuto. Pensando en lo que podrías haber hecho para evitar la moto, intentando volver al momento en el que tu vida cambió para siempre.

Antonio, deberías haber leído esto antes de salir a la calle.