miércoles, febrero 28, 2007

Deditos

Yo, que estoy aquí y me rasco con placer la rodilla, que noto como los tendones de mi espalda están tensos y enredados y como los huesecillos de mi mano han tenido hoy demasiado trabajo al teclado, que recuerdo un verso o un culo, estoy aquí a este lado escribiendo este texto. Justo en este momento, el impulso de mis dedos está convirtiéndose en señales eléctricas que hacen entender al ordenador cómo poner las palabras así en fila, una detrás de otra, como en un desfile en el que yo fuera la majorette y el músico o un general cualquiera con un montón de galones.


Con estos deditos.

No sé. A veces la tecnología me asusta. Y a veces, también.

lunes, febrero 26, 2007

Huida (con cariño)

Aquel día presentía que algo iba a cambiar en su vida de forma irreversible. Cuando creía estar a punto de zafarse llegó aquella llamada.

Así que hizo lo que solía hacer cuando le sucedía aquello. Se fue sin decir adiós.

Fue duro y le costó acostumbrarse a la nueva ciudad y al nuevo trabajo pero un buen día pudo decirse que ya lo había superado.

Así que se asustó mucho cuando aquel día empezó a presentir que algo iba a cambiar en su vida de forma irreversible.

miércoles, febrero 21, 2007

Augusto

El día que decidí inventarme aquel personaje también decidí matarlo en el segundo párrafo.

Se llamaba Augusto y a pesar de su nombre, era un tipo ridículo, bajito, con mal aliento y gafas de culo de botella. Sin embargo, era el mejor experto en sellos del siglo XIX que había en todo el país y era tan conocido en el ambiente numismático que los que se ganaban la vida con los sellos le consultaban antes de comprar nada. Vestía el mismo traje ajado desde que tengo memoria. Lo recuerdo hace muchos años con su bigote manchado de nicotina, a la puerta de su negocio, fumando un cigarrillo y mirando burlonamente cuando alguien se detenía a mirar su minúsculo escaparate.

Pero un buen día su negocio permaneció cerrado durante una semana completa y en el bar me contaron que no sabían qué había sido de él. Y la verdad es que me preocupé. Sobre todo porque no hago nada más que darle vueltas a la cabeza pensado en cómo puede escapar de su destino un personaje imaginario. Y acabar muriendo en el tercer párrafo en lugar de en el segundo. Enfisema, claro.

El maldito se ha burlado de mí.

martes, febrero 20, 2007

Invierno

Hoy, el cielo está cubierto, encapotado, vestido con una capa de seda gris. Apenas se ven la ciudad y sus atascos desde aquí. Se ha levantado además un viento frío que ha hecho bajar la temperatura para que la gente pueda ver su aliento y constatar así que está viva.

Es un decir, claro. Yo es que soy bastante reflexivo, la verdad, y se me ocurren esas cosas absurdas. El caso es que hace frío y está a punto de llover y es febrero y la gente no se cansa de decir que menos mal que al fin el invierno parece estar ahí y que el verano va a ser terrible y que este año no ha hecho apenas frío.

A mí no me convence lo que dice la gente. Yo con el invierno me hablo poco porque me parece intratable con esa furia y esos remolinos de nieve girando. Lo ves y te dices, pero cómo se va a poder hablar con alguien así que, a la mínima, se empeña en matar mendigos y en arruinar cosechas.

Pero, bueno, a veces no tenemos más remedio que hablar con vecinos intratables para hacer la convivencia más pacífica así que sí que le he dicho algo. Le he dicho que me haga el favor de perdonarme por esta vez. Que no le hago ningún daño. Que estoy aquí en mi rincón sin molestar a nadie y que esta piedra que está a mi izquierda me protege un poco.

Que no se ensañe con el parque de las afueras en el que a mí, pobre inconsciente, me dio por florecer a mitad del mes de enero.

Y eso que mi madre siempre me insistía en que los almendros debemos esperar a principios de abril.

jueves, febrero 15, 2007

Llegar

Nunca aprendí a nadar. En mi aldea casi nadie sabe. Ya nos gustaría tener un lago cerca.

La barca en la que venía se movía tanto que he pensado mucho en la muerte durante el viaje. Pero al final lo hemos conseguido.

Había mucha gente en bañador. Algunos de ellos se han dirigido hacia nosotros en cuanto nos han visto y han remolcado la barca hasta la arena.

Me han pinchado una aguja en el dorso de la mano y me he dejado caer, postrado por el agotamiento, sobre una toalla que alguien ha puesto debajo de mí.

Nunca olvidaré a la chica blanca en bikini que me ha hecho entrar en calor arropándome con una manta.

He conseguido llegar.

lunes, febrero 05, 2007

Ustedes

Si los husos horarios son realmente arbitrarios porque el planeta no gira sobre sí mismo de hora en hora sino de forma continua, realmente aquí no es exactamente la misma hora que en Burgos. Cada uno de nosotros vive, si extendemos el razonamiento, en una hora ligeramente diferente a la de los demás, porque, aunque la distancia de un metro que nos separa de nuestros semejantes es despreciable respecto al diámetro de la tierra, el tiempo, al igual que el movimiento del planeta, es analógico y se puede dividir hasta el infinito. Así que cada uno de nosotros no comparte, stricto sensu, el tiempo con nadie. Más bien tiene un tiempo en exclusiva para él solo.

Si, por otro lado, pensamos en que el contacto es físicamente imposible, pues lo que nosotros identificamos como contacto, en realidad son estímulos físicos de nuestros nervios cuando los campos eléctricos de los átomos de ambos cuerpos se acercan. Y que, por tanto, lo que nosotros consideramos una caricia, el contacto inmejorable, es una red de campos electromagnéticos entrelazándose.

Pues podemos pensar en que todos estamos muy solos, cada uno en su propia cápsula.

O podemos pensar en el mundo como en un lugar cruzado de trillones de reacciones eléctricas simultáneas. Un mundo de estrellas.

Ustedes deciden.