viernes, septiembre 09, 2016

Visiones



Veo fumando a Houellebecq, con esa nariz gigante que se le está poniendo con la edad (como si su apéndice segregara su propia capa de látex) y el pelo ralo y me lo imagino en su casa, en pantuflas, con un jersey ajado y manchado. Me lo imagino lleno de las pequeñas manías que todos vamos acumulando con la edad (“Te he dicho que no soporto que dobles el periódico; En esta casa no se pone música hasta las nueve de la noche; No, están prohibidos los telediarios”, ese tipo de cosas). Y lo veo retirándose al campo mientras el tiempo pasa y la muerte espera.

Veo las últimas imágenes enviadas por la sonda Messenger antes de estrellarse contra Mercurio y siento de repente una ternura difícil de explicar. Piénsenlo: la humanidad ha creado una máquina capaz de viajar a Mercurio y de morir cumpliendo con su deber. 

Veo el mar. En mi cabeza veo el mar.