miércoles, enero 31, 2007

Agua

Andrés notaba que cuando se levantaba y ponía la cabeza a mayor altura que su cuerpo, le empezaba a doler la frente. Si inclinaba la cabeza hacia la izquierda le dolía el ojo izquierdo y si la inclinaba hacia la derecha, le dolía el derecho.

Cuando llegó a la conclusión de que su cabeza estaba llena de agua hasta la mitad, no necesitó consultar con un médico para saber que sería sano dejarla salir.

Ahora está decidiendo la estrategia para combatir esa inundación que deja todas sus ideas mojadas y deformes. No sabe si va a acabar prefiriendo hablar o llorar.

Traición

Georges Perec publicó en 1969 una novela (ahora célebre) llamada La disparition: 78.000 palabras en 300 páginas escritas sin la letra e, la más común en francés. George Perec, en una época en la que los pensadores existencialistas exigían un compromiso político a todos aquellos que se ponían a tiro del humo de sus cigarrillos, prefirió jugar.

Esa novela acumuló polvo durante casi veinte años en las editoriales españolas hasta que Marisol Arbués, Mercè Burrel, Marc Parayre, Hermes Salceda y Regina Vega se sentaron alrededor de una mesa, se juramentaron y después de mucho tiempo de trabajo, trasladaron esa novela al español, llamándola El secuestro y sin utilizar la letra a, la más común en nuestro idioma. En una época en la que los traductores literarios deben hacer todo tipo de trabajos para sobrevivir, ellos también prefirieron jugar.

Un hurra alborozado por Arbués, Burrel, Parayre, Salceda y Vega, eterno ejemplo para los jóvenes aspirantes a traidores.

domingo, enero 28, 2007

Folleto

Cuando caminamos, no prestamos atención al hecho de caminar. Nuestro cerebro automatiza los comportamientos habituales. Pero hay que tener cuidado. Cuidado de no dejar que vivir se convierta en eso, en un comportamiento automatizado.

Tenemos cerebro, es nuestra responsabilidad seguir sus instrucciones, aunque la traducción del folleto original chino sea incomprensible.

lunes, enero 22, 2007

Inferencia

Steiner dijo que leer con un lápiz en la mano es propio de judíos,
los filólogos leen con un lápiz en la mano,
ergo todos los filólogos son judíos.

Yo leo con un lápiz en la mano,
yo no soy ni judío ni filológo,
ergo ¿seré Steiner?

No sé, a veces me confundo. No sé. La niebla nubla mi entendimiento, ¿me estaré volviendo tonto, judío y filólogo todo a la vez?

Para ser Steiner estoy un poco espeso. Vamos, digo yo.

Tacto

Aquel día caminaba yo por la playa y el día era lluvioso. Encontré una botella de vidrio verde, rota y suavizada por el mar, que brillaba como un rayo de esperanza en el rompiente de las olas. Estaba en un hueco de difícil acceso e imitando a los percebeiros, me jugué el tipo por recogerla. Cuando la toqué ocurrió lo habitual: la botella pareció llenarse de una niebla aún más verde y más densa, y de su interior surgió un genio con cara de pocos amigos (con las consabidas uñas largas y perilla recogida en una trencita, como si los genios no pudieran escapar de la imagen que tenemos de ellos gracias a Simbad el Marino y otras películas de serie B de los años sesenta) que me dijo: "Siento decirte que has tenido muy mala suerte. Yo no concedo deseos. Soy más bien una maldición condensada y almacenada al vacío, por lo que piensa bien lo que vas a contestar a mi pregunta".

Yo dije: "Glub".

Y él continuó: "Debes elegir el sentido que deseas perder. Ya sabes: vista, oido, olfato, gusto y tacto. Debes elegir el que después de este encuentro ya no podrás disfrutar. Piénsalo bien. Esto no es ni un sueño ni una broma. No te despertarás pensando qué tontería... Así que piénsalo bien". Y luego dijo: "Me encanta ser un genio verde. Se os queda una cara..."

Y yo, después de un rato meditándolo, pensé que podría muy bien prescindir del tacto porque, a fin de cuentas, si conservaba la vista no le encontraba yo mucha utilidad. Así que le contesté: "¿Puedo usar el comodín del público?" pero no pareció hacerle mucha gracia y claro, pensé que igual los genios de cuatro metros de altura a los que no queda más remedio que vestir como en las películas de cinemascope no tenían mucho sentido del humor, así que dije: "Prefiero perder el tacto. El tacto, si lo pienso, no me sirve para casi nada."

Y Él dijo: "Pues vale. Desde este momento, no tendrás el sentido del tacto. Ja."

Dos años después decidí entrar en un monasterio. La vida contemplativa es la única opción que te queda cuando el sexo desaparece de tu vida. Todavía se estará riendo el cabrón del genio. Mal rayo verde lo parta.

lunes, enero 15, 2007

Síndrome

-Le digo que estoy muerto, le digo que siento que estoy muerto y me pregunto si esto que contemplo no será el cielo o el purgatorio. Desde que recibí ese golpe en la cabeza, tengo esa sensación que lo inunda todo.

-Aunque le parezca raro, se llama síndrome de Cotard y aunque no se han documentado más de cien casos en la literatura médica, es algo que tiene su explicación y que en casos como el suyo, en los que ha existido un traumatismo grave del cráneo, se deben a una causa física. No se está volviendo usted loco.

-Pero es que me miro al espejo y veo que me estoy pudriendo, que poco a poco mi cara se va desencarnando, que debería estar enterrado. Tengo mucho miedo, doctor.

-Se puede tratar. Eso es lo más importante. La medicación que le receté hará que esa sensación se atenúe. Pero, sobre todo, lo más importante es que usted luche contra esa sensación, que racionalmente sepa que es imposible que esté usted muerto. Los muertos no vienen a la consulta del psiquiatra.

-Ya doctor. En eso lleva usted razón. Pero es una sensación demasiado fuerte. Incluso me pregunto si usted no será también uno de ellos, alguien que pretende engañarme, que pretende mantenerme aquí a este lado.

-Debe usted relajarse. Este síndrome también está acompañado de tendencias suicidas, por lo que, si no quiere usted estar muerto realmente, es muy importante que tome la medicación tal y como le prescribí.

-Si le digo la verdad ya me tomé los tranquilizantes. Pero no parecen haberme causado ningún efecto. Yo sigo pensando que estoy muerto. Y eso que me los tomé todos de una sola vez.

viernes, enero 12, 2007

Meme

Esta vez Portorosa le había propuesto que escribiera cinco cosas de sí mismo que los lectores habituales de su blog no conocieran. Así que se puso a ello:

1.- Cuando era pequeño, en realidad, yo era una niña. Fue al llegar a la pubertad cuando el médico me dijo que mis genes en realidad correspondían al sexo masculino y que la falta de pene se debía a una alteración congénita. Podría haber seguido siendo una niña (para siempre andrógina) y acabar convirtiéndome en una mujer atraída por otras mujeres o podía elegir convertirme en un hombre con un extraño apéndice entre las piernas. Elegí lo último.

2.- Mi primera mujer me engañó durante mucho tiempo. Yo creía que era abogada: tenía amigos abogados, hablaba de casos del juzgado, consultaba a menudo el Aranzadi pero la policía me descubrió que la que yo veía como una perfecta letrada era, en realidad, la pieza clave de una trama de narcotráfico que introducía éxtasis en España procedente de Holanda. Y nunca me dio ni una mísera pastilla.

3.- Durante un tiempo, me aficioné a las órdenes militares y acabé por especializarme en la que supone la encarnación de los ideales caballerescos más elevados. Ahora, sigo el camino del samurai y me muevo como un viento funesto sin que apenas se me pueda ver entre la niebla.

4.- Soy un especialista en pulp americano de los años 50, por lo que estoy habituado a las escenas subidas de tono en las que lúbricas rubias hacen el amor con extraterrestres con forma humana, que sólo pretenden concebir un híbrido para llevarlo a su planeta y someterlo a interminables análisis médicos.

5.- A pesar de mi fascinación por la cultura pop, soy un intelectual sesudo y aburrido que siempre saca temas de conversación a destiempo, como cuando alguien me cuenta que ha estado en Tailandia y hablo de los efectos de la crisis asiática del 93 en la economía occidental. Por ejemplo.

Pero, por esta vez, aquí morirá la cadena. Nada de pasar la proposición a otras cinco personas, entre otras cosas, porque estoy seguro de que las cinco personas que yo eligiera ya han recibido la propuesta por otras vías.

miércoles, enero 10, 2007

Bruno

Bruno, como todos los grandes ególatras, estaba especialmente dotado para el victimismo. Siempre se estaba quejando: de no estar valorado en el trabajo, de estar perdiendo el tiempo en aquella empresa, de los compañeros que, según él, le hacían la vida imposible, de que el último ascenso se lo hubieran dado a otra persona, mucho peor preparada para el puesto, del tiempo, del reflejo de la ventana, de la falta de sandwiches en la máquina del café. De casi todo.

Era alguien signo de los tiempos: lo quería todo, lo quería ya, y lo quería porque, no nos engañemos, se lo merecía.

Así que cuando decidió acabar con la vida de algunos de sus compañeros de trabajo con una escopeta de caza que tenía desde los catorce años, su primera víctima fue su jefe, ese mediocre que se resistía a reconocer todo lo que le debía. En segundo lugar, mató a Amalia, porque no conseguía olvidar aquella noche en la que ella lo rechazó alegando tener pareja. Y por último, pues siempre acababa lo que había empezado, contempló con curiosidad los ojos negros del arma, respiró hondo y tiró del gatillo.

No llegó a oír el ruido del disparo, claro. Aunque sí que notó su cabeza golpeando contra el suelo a la vez que pensaba que hasta en eso, en la despedida, había marcado una época en aquella empresa de mierda.

jueves, enero 04, 2007

Autobús

El autobús estaba caldeado y lleno de gente pero como se había subido al principio de la línea, había encontrado un asiento. La calefacción y el movimiento habían hecho que se durmiera, como tantos otros compañeros de viaje de todos los días.

Estaba seguro de haber soñado algo agradable porque al despertar, respondiendo a un impulso que no se acababa de explicar y que siempre le hacía abrir los ojos en la parada justa, se dio cuenta de que estaba sonriendo. Lástima no recordar exactamente en qué había consistido. No solía hacerlo, y echaba de menos poder rememorar esa atmósfera extraña de los sueños, con el tiempo convertido en algo elástico y pegajoso.

Con la sonrisa en los labios, pudo comprobar que estaba en el autobús, pero que no había nadie dentro de él y que, además, la parada en la que se encontraba no le resultaba familiar. Algo inusitado porque, hasta ahora, ese despertador inconsciente que llevaba en su cabeza no le había fallado nunca. Se dijo que, probablemente debido a la falta de sueño de la última semana, se encontraba más cansado de lo habitual y que era eso lo que había hecho que no abriera los ojos al aproximarse a la avenida en la que solía bajar para dirigirse al trabajo.

La parada estaba rodeada de una zona de obras y, aunque no supusiera una sorpresa en su ciudad, siempre agujereada por la maquinaria pesada, no conseguía situarla. Conocía el nombre en el que acababa la línea de autobús, pero nunca había estado allí (¿para qué ir a los suburbios sin necesidad?), pero lo que no sabía era la manera de regresar al centro. De huir de aquel socavón.

También le había sorprendido no hallar al conductor del autobús dentro del vehículo ni fumando un cigarrillo en los alrededores (¿dónde estaría?). Veía las grandes máquinas amarillas, veía los coches pasando a toda velocidad y veía los bloques de apartamentos con antenas como coronas de hojalata, pero no veía dónde estaba el conductor del autobús.

Un ligero sentimiento de incomodidad empezó a extenderse desde su zona lumbar hacia arriba. Había algo allí que no cuadraba del todo, pensó, a la vez que advertía que la zona estaba demasiado silenciosa para ser una zona de obras. Si las máquinas alemanas estaban violentando la naturaleza y arrancando toneladas de tierra y lombrices, no tenía sentido que no hubiera un tremendo ruido, de esos que dejan la mente en blanco porque el cerebro parece incapaz de ocuparse de otra cosa que no sea protegerse. Así que decidió bajar del autobús y preguntar.

Las puertas del autobús estaban abiertas, como si todo el mundo hubiera escapado corriendo, así que se levantó y se dispuso a bajar. Sin embargo el suelo del autobús parecía hecho de piel de pescado y resbaló. Estuvo a punto de caer, pero consiguió evitarlo poniendo una mano sobre él. Desde aquella postura, pudo comprobar que lo que le había parecido piel de pescado, era, efectivamente, piel de pescado: escamosa y con dibujos geométricos, con un olor ligeramente putrefacto.

En aquel momento, su mente comprendió que en realidad no se había despertado, que seguía durmiendo en el sitio que había encontrado (por subirse al autobús al principio de la línea), por lo que intentó abrir los ojos a pesar del engaño de su mente, que le estaba diciendo que el autobús y el socavón y la maquinaria alemana eran reales. Pero no lo conseguía. No conseguía abrir los ojos porque su mente le decía que ya los tenía abiertos, que aquello que podía ver era lo que realmente existía más allá de los cristales sucios del autobús.

Combatir un sueño desde dentro es difícil. Hay que ser fuerte. Y hay que ser capaz de superar el extrañamiento, hay que ser capaz de recordar qué es la realidad, por qué es imposible que un autobús tenga el suelo hecho de piel de pescado. Pero, después de un gran esfuerzo, en el que se sintió como si hubiera visto el final de una carrera en directo antes de que se diera el pistoletazo de salida, lo consiguió.

Estaba seguro de haber soñado algo agradable porque al despertar, respondiendo a un impulso que no se acababa de explicar y que siempre le hacía abrir los ojos en la parada justa, se dio cuenta de que estaba sonriendo. Lástima no recordar exactamente en qué había consistido. No solía hacerlo, y echaba de menos poder rememorar esa atmósfera extraña de los sueños, con el tiempo convertido en algo elástico y pegajoso.

martes, enero 02, 2007

Feliz año nuevo

Extrañamente, todas esas casas iguales, habitadas por personajes parecidos, de los que nadie advertiría que han sido suplantados por réplicas extraterrestres surgidas de vainas gigantes (es un decir) han aparecido a primeros de año sin puertas ni ventanas. Los familiares de los dueños continúan la búsqueda de sus personas queridas, pero las autoridades se temen lo peor.

Cuando una excavadora contratada por el ayuntamiento ha abierto un boquete por el que intentar rescatar a los habitantes de la primera casa de la urbanización más cara de toda la ciudad, sólo han hallado ceniza en suspensión y luciérnagas.

Las luciérnagas han huido por el hueco recién abierto, por lo que no se ha podido comprobar que formaran el letrero: “Feliz año nuevo”, tal y como afirmaba una y otra vez el obrero que pasó por el hueco en primer lugar.

Que además, insiste en decir que, por mucho que se lave, la ceniza no se le va del cabello.