miércoles, marzo 01, 2006

Desgracia

Todo el mundo tenía en aquel lugar una cara desgraciada. Eso era un hecho. Seguramente los motivos serían muy diferentes, tan diferentes como la señora formal con abrigo y la joven del pelo rosa a quien miraba con desprecio y preocupación. Pero el resultado era muy parecido. Caras de desgraciados.

A la desgracia le gustaban las grandes ciudades. Los agujeros en el subsuelo eran el sustrato ideal para su buen crecimiento. Probablemente, los túneles, pasadizos, tuberías, canalizaciones, aseos subterráneos y pequeñas tiendas mayoristas sin luz natural habían contribuido a airear la tierra, a oxigenar el terreno, a la manera de las lombrices con la tierra arcillosa. Y es por eso que crece tan lozana allí, tan segura de sí.

La perra.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Verdaderamente crees que la desgracia se ceba en las grandes ciudades? Yo creo que la muy perra está por doquier. Le da un poco igual el sitio, ya ves.

Me he leído algunos de tus post anteriores (llevaba un retraso de la puñeta) y me ha gustado mucho el de Televisión. Qué cruel se nos muestra el mundo de vez en cuando.

Besitos. C.

La independiente dijo...

Gracias por seguir viniendo,
Quizá lleves razón y la muy perra esté en todas partes, pero las caras del metro (yo vivo en Madrid) son de lo más significativas. No sé, esas caras me empujaron a escribir ese texto.

Un saludo

Portarosa dijo...

Cada vez que voy a Madrid, paso los dos o tres primeros días impresionado por el metro, por el ambiente, las caras, las actitudes, el olor, el aire, la masificación, las prisas... desagradablemente impresionado. A mí también me parece una imagen muy intuitiva de la desgracia, aunque por supuesto ésta esté en todas partes.

Un abrazo muy fuerte.

La independiente dijo...

Quizá sólo veamos el metro así quienes no hemos nacido en Madrid. Para los madrileños simplemente forma parte del paisaje y la costumbre.

No sé por qué, pero en el subsuelo, las arrugas en el entrecejo de la gente son lo habitual.

Un abrazo