martes, julio 24, 2007

Rayos X

El hombre con rayos X en los ojos nunca había visto nada parecido. Aquella mujer no sólo tenía varios tornillos de titanio uniendo sus dos caderas e inmovilizando tres de sus vértebras lumbares sino que su mandíbula también era de metal. A sus ojos, más que una mujer, era una constelación brillante.

Ante aquel hallazgo todas sus obligaciones dejaron de tener importacia, así que la siguió y al ver como entraba en un minúsculo piso, se decidió a esperar con disimulo al otro lado de la calle. Cuando volvió a salir con una bolsa deportiva en el brazo, tuvo cuidado de que no se diera cuenta de su presencia en la acera de enfrente. Los tornillos se movían de una forma armónica, como si las operaciones no hubieran borrado del todo su elegancia natural, como si incluso el titanio hubiera tenido que acomodarse a la gracia que mostraba al caminar.

Esa fue la primera de las tardes que el hombre con rayos X en los ojos pasó observando emocionado a la mujer de titanio, viendo desde lejos como sus articulaciones artificiales se bamboleaban al caminar, una encantadora inclinación de los tornillos hacia la izquierda y más tarde a la derecha.

Cuando al fin se decidió a hablarle, ella se sorprendió mucho. Desde el accidente no la miraban demasiado, quizá por la cicatriz, pero se había acostumbrado a su vida y había dejado de necesitar las miradas de los demás. Pero ahora aquel hombre con aquellas gafas tan raras no sólo hablaba con ella sino que la traspasaba con los ojos y además, parecía extrañamente azorado. A la media hora de aceptar tomar con él un café, ya había decidido volver a verlo.

El sexo fue fantástico desde el principio. Al hombre con rayos X en los ojos le gustaba que ella se pusiera sus antiguos apoyos ortopédicos para las piernas a la hora de hacerlo. También le gustaba su corselete con refuerzos metálicos. A los seis meses, se casaron. Son felices. El amor no se presenta muy a menudo.

viernes, julio 20, 2007

Plagio

Un escritor británico envía a 15 agentes editoriales ingleses pasajes copiados de Jane Austen para comprobar que sólo uno de ellos es capaz de detectar el plagio. Los demás, simplemente no se mostraron interesados en la publicación. El escritor es experto en esta autora y ha realizado el envío para poner en evidencia a los agentes literarios que se empeñan en rechazar una novela, esta sí, escrita por él.

No sé si me sorprende más el desconocimiento de un clásico por parte de los profesionales (poco, me sorprende poco) o bien la absurda vanidad del especialista, empeñado en demostrar que no es que su novela no tenga calidad sino más bien que la incompetencia de las editoriales la ha condenado al silencio.

En cualquier caso, creo que cada literatura pertenece a su propio tiempo y no creo que escribir como en el siglo XIX le ofrezca a nadie la posibilidad de publicar. Aunque fuera Jane Austen. O Clarín.

lunes, julio 02, 2007

Vacaciones

Ahora sí. Me voy.

Escribiré desde allí (suponiendo que aún tenga algo que decir, claro; suponiendo que no lo haya dicho todo y mejor que yo Fernández Mallo en Nocilla Dream, el maldito)

Un abrazo a todos.

Me consta que aguantarán sin mí.