Paisaje con grúas en mitad de ninguna parte. Un destello: ahora se construyen primero las casas y después se llenan de gente. Miles y miles de viviendas en mitad de la nada. Ciudades fantasma a la ribera de la carretera.
El suelo de este país tiene una extraña propiedad: si se entierra un trozo de hierro en cualquier parte, a los dos días habrá crecido una grúa con su constructor, pequeño homúnculo que nace pegado a ella. Y después, un ejército de operarios construirá en un santiamén una fortaleza de bloques de apartamentos, erizada por fuera y blanda por dentro. En ninguna parte. En medio del páramo castellano, azotada por el viento pesado de La Mancha.
Y yo me pregunto qué sentirán los primeros habitantes de esas casas, colonizadores en un planeta ajeno, cuando miren el sol poniéndose sobre las montañas de escombros.
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