Ana abre los ojos, prematuramente despierta por los rayos de sol que entran en la casa pero decide sobre la marcha que es demasiado temprano para levantarse. Intenta dormir de nuevo, pero, como tantas veces le ocurre, su cerebro se resiste a ello. Aún así, Ana mantiene los ojos cerrados y lo intenta. Cuando descubre la inutilidad de su empeño, abre las ventanas para dejar que entre el día. Para que las cosas también adviertan que ya no es de noche.
Se despereza. Mirar al techo blanco, dejar la mente en blanco y no pensar en nada que no sea blanco es su pasatiempo favorito y se le da realmente bien; en su fuero interno, piensa que es la campeona de ese pasatiempo, que nadie en el mundo puede hacerlo con tanto estilo como ella. Además, le sirve para tomar conciencia de su propio cuerpo y convertirse sólo en eso, en un cuerpo: sangre, huesos huecos, nervios con los pelos de punta por la estática, una columna vertebral y una nariz.
La luz del exterior le está dando en la cara y le hace imposible evitar el color rojo, con los ojos cerrados, ve el rojo que lo invade todo. Cuando han pasado unos minutos, Ana abre los ojos y se revuelve en la cama; aunque prefiere dormir boca arriba, la pereza se saborea mejor al revés, con la cara hundida en la almohada.
De pronto recuerda lo que debía hacer hoy. Un compromiso ineludible que le da una pereza terrible, pero sabe que no puede faltar a la cita. No estaba muy segura de valer para aquel trabajo que le habían propuesto pero, con la falta de dinero que últimamente sufre, no le parece tan mal trabajar de acompañante de señores adinerados.
3 comentarios:
Oia? Hubiese jurado que había otro párrafo después del último... Qué pasó? o es mi pc que no despliega??? :-(
Hola May,
No, sí que lo había, pero lo he quitado. No me gustaba, la verdad.
Creo que así queda mejor.
Un saludo,
Xavie
Una lástima, porque a mí sí me gustaba...
Salu2
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