Hasta 1840, los científicos eran llamados filósofos naturales. Es en la obra The Philosophy of the Inductive Sciences scientist cuando William Whewell acuña el sentido de “scientist”(científico) con el significado que hoy todos conocemos.
Y esto, que parece sólo otra nota al pie en la historia de la humanidad, comenzó la imparable carrera por la especialización que nos ha conducido a dónde estamos. Para bien y para mal.
Los griegos estudiaban la música y la geometría juntas. Aldo Manunzio, editor humanista y veneciano del siglo XVI, era capaz de leer latín, griego, árabe, hebreo, tan sólo para poder editar los libros. No hace falta mencionar a Leonardo pero quizá sí a Enrique de Villena, humanista español del siglo XV, capaz asimismo de hablar gran cantidad de idiomas, interesado en la ciencia, poeta y escritor. La historia está llena de fascinantes personajes que se atrevieron a intentar entender el mundo que les había tocado vivir.
Gracias a Whewell, sin embargo, un personaje como Sartre, escritor de “La Náusea”, obra fundamental del siglo XX para muchos, pudo decir aquella idiotez: “A mí la ciencia no me interesa para nada”.
2 comentarios:
Hola, Xavie:
La especialización sin duda será mejor para el colectivo (bueno, digo yo, porque incluso eso es discutible), pero no para el individuo, que es, aunque se trate de un experto en cualquier cosa, cada vez más ignorante.
Son muy interesantes, estos dos últimos textos (¿y ese tan poco sartriano “para nada”?).
Un abrazo.
Hola Portorosa,
No sé por qué, pero me ha dado por escribir de personajes que, desde mi punto de vista, influyeron en la configuración intelectual (y moral) del mundo con sus innovaciones e inventos. Y que no son conocidos, excepto, quizá, en campos específicos de conocimiento.
En este último caso, me interesa además, el debate sobre "la nueva cultura", que están manteniendo personas, como Salvador Pániker en España, que defienden la creación de un nuevo humanismo que incorpore la ciencia pura y dura, tan fundamental hoy en día.
Es decir, tratar de acabar con la conocida muletilla: "yo es que soy de letras", que al contrario que a un científico que no supiera quién es Cervantes, no provoca ni sonrojo ni vergüenza en quien la dice.
Un saludo,
Xavie
Publicar un comentario