lunes, abril 07, 2008

Mendigo

Le di alojamiento a aquel mendigo sin esperar nada a cambio, tan solo por la satisfacción de obrar con caridad. Olía fatal y los años en la calle le habían hecho sucio y desconfiado pero esas pruebas sólo fueron un paso más en mi escala hacia la santidad.

Según dicen los descreídos, ya no hay un Dios que nos observe desde las alturas, que lo sepa todo y que conserve en su infinita memoria la lista interminable de nuestros pecados, como el notario que ha sido durante más de dos mil años. No. Según esos manipuladores, los curas dominan como nadie la liturgia de la entrada y la salida de este mundo pero han dejado de ofrecer una explicación convincente a la realidad. Yo no lo creo. Yo sí creo en Él. Pero aún en ese caso, yo seguiría siendo bueno aunque no hubiera nadie para registrarlo. Aunque nadie me observe desde las alturas. En eso consiste la ética, en obrar bien a pesar de saber que no existe recompensa, en apreciar lo humano que compartimos con nuestro prójimo. Me hace sentir bien considerarme una buena persona. Existen muchas almas perdidas sin norte ni dirección: divorciados, abortistas, adúlteros, mendaces, ociosos. Y para todos tengo una mirada de conmiseración.

El mendigo se llamaba Dimitri y era alcohólico. Cuando llevaba tres días en casa le obligué (por su bien) a ducharse, afeitarse y lavar la ropa. También empecé a hablarle de acudir a una clínica de desintoxicación para intentar dejar el alcohol. El no parecía muy convencido pero me dijo que lo pensaría para no perder el alojamiento. La tercera vez que vino borracho le canté las cuarenta muy claramente, le dije que si quería conservar la cama de la habitación de invitados debía comportarse como una persona civilizada. Si quería emborracharse no sería en mi casa, eso estaba claro. Si decidía agarrarse una buena curda, debería dormir al raso esa noche. Estuvo sin venir más de una semana. Cuando al fin apareció, volvía a tener la barba crecida y volvía a oler mal, su ropa estaba manchada de nuevo y su pelo revuelto. Pero estaba sereno. La bondad y la firmeza no tienen por qué estar reñidas. Me dijo que había estado por ahí seis días pero que ahora necesitaba dormir y asearse. Como no había empezado ese día a beber aún, pensó que podría venir a mi casa. Yo le dije que había hecho muy bien, que mi casa siempre estaba abierta para los que son capaces de alejar la tentación, para los que luchan por ser rectos.

Aprovechando que estaba desnudo en la ducha, me acerqué sin hacer ruido, y cuando estaba a su espalda, le clavé una aguja hipodérmica con morfina en el lugar que siempre utilizo y que sé que no entraña peligro para ellos. Cuando se desplomó inconsciente, lo arrastré con dificultad por el suelo y lo subí a la cama. Saqué la cuerda de nylon y lo até, asegurándome de que las ligaduras no le hicieran daño. Cuando acabé, estaba sudando. Cuatro días más tarde, puedo decir que lo peor de su delirium tremens ha pasado ya, tiene mucho mejor color y se le ve cada vez más saludable. Me mira con miedo y no lo entiendo. En mi corazón sólo hay sitio para el amor.

9 comentarios:

Portarosa dijo...

Así es. De un modo menos llamativo, eso es algo habitual, creo yo.

Un abrazo, X.

ETDN dijo...

¿Ves por qué sospecho de las buenas personas?

;P

Divina nena dijo...

Me encanta, solo eso, es lo que más me ha gustado de todo lo que te he leído. El ritmo,la temática, los recursos...Me encanta

La independiente dijo...

Hola porto,
Efectivamente, el mundo está lleno de buenas personas dispuestas a ayudarte aunque tú no quieras ni se la hayas pedido. Que, en realidad, a quienes pretenden ayudar es a sí mismos.

ETDN,
Yo tampoco me fio mucho de los que puros, sin vicios, sin excesos, tan orgullosos de ti mismos.

Divina,
Muchas gracias. Espero seguir acertando con lo que te gusta.

Besos y abrazos,
X.

Portarosa dijo...

¡Eh, que esa explicación tuya es propia del psicoanálisis!
¡¿Qué estás haciendo?!

:D

La independiente dijo...

Uy, llevas razón Porto, llevas razón...
No si al final me voy a volver freudiano, a pesar de que ya sabes que pienso que el psicoanálisis en sí no tiene mucha utilidad. Aunque haga más interesante la vida, eso sí. La impregna de literatura :-P

Abrazo,

conde-duque dijo...

Me dan miedo (y repelús) los bondadosos sonrientes constantes que caminan con pie firme y resuelto hacia la perfección de la santidad. Mejor no cruzarse en su camino. Encubren una secta, aunque estén solos.

La independiente dijo...

Estoy de acuerdo, Conde,
Iluminados, todos pertenecen a la secta de los iluminados, esa gente tan segura de sus propios valores morales...
Como si no fuera complicadísimo en muchas ocasiones distinguir lo que está mal de lo que está bien. Y a medida que pasa el tiempo, mucho más.

X.

Gemma dijo...

Lo mismo que hay tontos peligrosos, capaces de hacer mucho daño a los demás pese a su gran corazón y buenas intenciones, tu personaje es un fanático del buenismo, de las buenas acciones a cualquier precio...

Aunque también podría decirte lo contrario, aquello de: quien bien te quiere te hará llorar.

Servidora, en todo caso, prefiere que nadie se sacrifique tanto.
Muy bueno.