martes, octubre 10, 2006

Tedio

El tedio, el aburrimiento, la bola de incomodidad en la barriga, el sabor raro en la boca, la inanidad, la falta de voluntad. El tedio sólo pertenece al que lo tiene y nos hace más conscientes de nuestra individualidad, de nuestra otredad con el mundo, nos hace más conscientes de lo que somos y de lo que no somos. El tedio es una gota malaya que cae en el píloro, en el cerebelo, en la rutina y en la costumbre como una gota de ácido que quema un fotograma de cine dejando un círculo perfecto con los bordes chamuscados.

El tedio no está mal como problema pero como síntoma es terrible. Porque quizá lo que el tedio nos hace preguntarnos es algo que no queremos preguntarnos, es algo como si estamos contentos con quienes somos, con la vida que llevamos, con la compañía con la que viajamos o con la falta de compañía. El tedio parece sólo aburrimiento pero en realidad nos engaña con esa capa superficial que no tiene importancia, nos engaña con esa minúscula película que lo recubre y que creemos poder borrar con actividades y nuevas rutinas, con nuevos cursos de enología y nuevas lecturas, con deporte y actividades, con un nuevo baile de salón aprendido, con un nuevo viaje que nos haga durante un tiempo no preguntarnos más allá de lo que vemos, de lo que fotografiamos, de lo que pensamos cuando conseguimos salir de la rutina y creemos engañarlo.

Pero el tedio no se deja engañar y sigue ahí escondido agazapado esperando que la rutina que hemos conseguido crear a nuestro alrededor para hacernos sentir más seguros, para hacernos sentir parte de algo, para hacernos sentir útiles salte por los aires cualquier día de otoño en el que el cielo se ha vuelto blanco y parece que alguien detrás de nosotros nos contemplara con indiferencia. Como si hacer las cosas que ocupan nuestras horas tuviera más sentido que mirar al techo sin pensar en nada mientras acariciamos dulcemente el lomo de un libro sin atrevernos a abrirlo porque sabemos en el fondo que ésa no es la manera de engañarlo. Al muy hijoputa.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Dos puntillos. Al leer tu texto me ha venido a la cabeza una conversación con Escohotado sobre miedo y creatividad. Al final el diálogo se encaminó más hacia el miedo... A lo que voy, que Escohotado comentó a su audiencia que él decía a sus hijos que le podían hacer responsable de muchas cosas pero jamás de los jamases de su tedio. Los niños lloraban desconsolados (no me extraña).

Y segundo. Pues no sé dónde, a quién (¿Osho, tal vez?), cuándo he oído o leído algo similar a lo que tu dices. Me explico. A abogar por cierto tedio en la vida de cada uno, en no abrir el libro, en no ocupar (muchas veces tontamente) el poco tiempo libre que nos queda.

Ahhhhh, siempre haciendo cosas, siempre llenando los minutos, siempre ocupando, ocupando, ocupando (y nunca desocupando).

Un beso muy fuerte. C.

La independiente dijo...

Pues sí, Cal, muchas veces rellenamos el tiempo con actividades para no tener que pensar demasiado y para tener la sensación de que hacemos algo útil con él.

Citando el lema de Porto en su blog:

"- ¿Y a usted, si le concediesen todo cuanto deseara, qué le gustaría hacer en sus vacaciones?

- ¿A mí? Estar sentado en una silla."

Pues eso es lo que necesitamos.

Un beso,
Xavie

Anónimo dijo...

¿Sabes? Siempre llevo un libro/revista en el bolso (incluso cuando salgo por ahí de noche, salvo que el bolso sea muuuuuy chiquitín). Me gusta leer.

Tardo una hora larga en ir desde mi casa al curro y viceversa. El libro me sirve para "llenar" ese hueco espacio temporal. Pero últimamente, bueno, desde hace unos meses, me dedico a mirar por la ventana. Aunque el paisaje es siempre un monótono ir y devenir de automóviles, camiones y naves industriales, siempre encuentro algo nuevo.

Es mi pequeño momento del día para no hacer nada. A veces ni mirar.

Más besos. C.

Portarosa dijo...

Me ha hecho ilusión que te acordases de mi blog. Esa frase la saqué de una historia que me contó mi tío, en la que el tercero de unos sabios interrogados sobre qué querrían hacer si les concediesen, etc., contestaba eso: estar sentado en una silla.

Por descontado, a menudo llenamos nuestro tiempo para no pensar, para aturdirnos. Lo podemos hacer viendo en la tele una basura o leyendo a Faulkner; y aunque sin duda me parece preferible lo segundo, los motivos pueden ser los mismos.

El tedio, como dices, como síntoma es terrible. Algo falla. Pero a veces yo me he preguntado si no será inevitable.

Tu texto, calidad formal aparte, me ha parecido magnífico; y no por repetido es el elogio menos sentido, Xavie.

Un abrazo. Y otro a Calamidad.

Olvido dijo...

Me gustan tus fragmentos de palabras sencillas pero siempre con trasfondo. Aunque en esta ocasión creo que no comparto el título: Tedio. Cuando se lee un poco más allá, a mí me parece que es algo más parecido a la Desazón, la búsqueda, quizá debería haberse titulado Inquietud..
Aunque también habría que aprender a eso, a sentarse en una silla. Sencillamente. Porto, tu tío debía ser un gran hombre.
A mí cuando era pequeña, mi padre me contó muchas veces la historia de un Rey muy rico muy rico, que tenía de todo, pero que un día se le encontraron sentado llorando y llorando y nadie le podía consolar. Finalmente a las preguntas de su desconsuelo, acabó diciendo que había perdido cinco minutos de su vida y que ya nunca los podría volver a encontrar.(Me temo que yo debía ser una perezosa entonces)
Ojalá me hubiera contado tu tío esa historia cuando era pequeña.
Un abrazo a todos.

Portarosa dijo...

Mi tío, Olvido, era un gran hombre; y yo lo quería muchísimo.

No creo (y ya van dos desacuerdos en menos de 24 horas) que se trate de remordimientos en horas bajas; sino de la consciencia de que por mucho que hagamos no pasamos de la superficie.

Abrazos y besos.

ignatiusmismo dijo...

El tedio, aún siendo muy hijoputa, nos viene bien: nos alerta de que estamos bajo mínimos y nos hace reflexionar sobre si no deberíamos reinventarnos para eludirlo durante un tiempo mas o menos largo.

La independiente dijo...

Hola a todos,

Porto, ya habías escrito algo parecido a lo que quería decir. :-D
Así que recuerdo un capítulo de Vila-Matas (en el Mal de Montano, creo, pero qué más da) en el que un escritor se siente poseído por el espíritu de uno anterior que lo ha influído, como si las historias siempre estuvieran buscando un cuerpo en el que encarnarse.

Cal, yo también llevo siempre un libro y a veces no lo abro. A veces, muy pocas, eso es cierto, también prefiero mirar por la ventana.

Olvido, quizá lleves razón en que el título debería ser Desazón, pero cuando escribí el texto, lo que sentía era un aburrimiento mortal.

Donna, a otra cosa. Estoy de acuerdo. Y creo que ya nos vamos conociendo lo suficiente como para saber qué nos puede ayudar a superarlo. A otra cosa, ya te digo.

Ignatius,
Bienvenido. Eres uno de mis personajes preferidos.

Un saludo a todos,
Xavie