lunes, octubre 09, 2006

Doble

Ayer, mientras curioseaba en unos grandes almacenes, a Andrés le pareció ver a su abuela entre la multitud.

Aquello no tenía nada de particular, pues su abuela vivía en su ciudad y todavía era una mujer vital que quizá estuviera buscando un regalo para alguno de sus hijos o nietos. Su abuela era joven para ser la abuela de alguien en plena madurez. Él era el mayor de sus nietos y su madre lo había tenido muy joven, a los diecinueve años.
Sin saber exactamente por qué, no la saludó; en su lugar la siguió disimuladamente, con cuidado de que no le descubriera. Tampoco se explicaba aquel impulso repentino y ahora daría lo que fuera por olvidar lo que vio.

Sin embargo ya es demasiado tarde. Lo que vio le ha perseguido desde entonces pero tampoco se ha atrevido a preguntar, le ha hecho perder el sueño en más de una ocasión, pero es difícil hablar de ello. La vio besar a alguien que no era su abuelo. No sabía por qué ese estúpido impulso había permanecido en él. No sabía por qué había insistido en seguirla a pesar de que parecía caminar furtivamente, fijándose con demasiado interés en la gente con la que se cruzaba, volviendo la cabeza de vez en cuando.

Intentaba pensar en la historia de forma amable, intentaba felicitarse por ella, que en la vejez había conseguido a alguien con quien compartir sus últimos años pero no lo conseguía, era demasiado para él. No. La verdad es que no lo aprobaba y eso le resultaba aún más extraño. ¿Quién era él para opinar sobre la vida de su abuela? ¿Acaso no sabía por propia experiencia que algunas veces uno no se comporta de forma racional? ¿Que la atracción se puede presentar de forma inesperada?

Pero no con su abuelo esperándola.

Esperando a la muerte, quiero decir.

2 comentarios:

Portarosa dijo...

Muy bien.

La independiente dijo...

Gracias Porto,
Como siempre, por otra parte. :-D

Un abrazo,
Xavie