Todos los días desde mi ventana puedo ver un espacio desolado, carente por completo de árboles, en el que los muros de hormigón y cemento de los grandes edificios circundantes planean ominosos sobre las cabezas de los viandantes.
Aquí, las pintadas, algunas con más de una década, señalan el descarnado espacio en torno al cual se organiza cada día el ritual de trabajo. Un entorno deprimente, como abandonado de los servicios municipales, que linda, sin embargo, con jardines bien cuidados y calles limpias. Un espacio irreal, un hueco cubierto de planchas de cemento donde no es posible concebir la naturaleza.
Y, sin embargo, hoy te veré y todo aparecerá brillante a mis ojos y nada me importará menos que los árboles en las bellas plazas de la ciudad.
3 comentarios:
Una vez “analizado” durante una semana, con tu permiso te enlazo en mi blog.
Es todo un honor, portorosa
Saludos
Lamento desilusionarte.
Supongo que quedarán, pero me temo que se trataba de un ejercicio de ruptura narrativa.
Un saludo.
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