Tengo la impresión de que el añoso caballero de porte ridículo que el otro día, a través de la ventanilla del coche, vi vagar por los páramos castellanos, acompañado de un tipo gordo montado en un burro, ha leído tanto que ha acabado por no distinguir el mundo real del de ficción. Es sólo una impresión, seguramente falsa, pero si no, no me explico porque embistió contra nuestro coche gritando con un acento muy raro no se qué de encatamientos y malandrines.
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