miércoles, diciembre 21, 2005

Cámaras

Hace tiempo que Juan leyó que era posible acceder a muchas de las webcams que pueblan el mundo porque, en muchos casos, sus propietarios olvidan asegurarlas contra la intrusión de extraños.

Él, tan hechizado por la biblioteca total que soñó Borges y que cada día se desplegaba ante él al encender el ordenador, pensó que el hecho de poder mirar brevemente a través una cámara anónima, constituiría sin duda una metáfora perfecta de esta época tan extraña. Y sin dudarlo, se puso manos a la obra.

Ahora pasa largas horas mirando la pantalla por si el programa que escribió, y que seleccionaba durante cinco segundos una cámara al azar de entre las miles disponibles, vuelve a mostrarle el rostro de aquella mujer.

Aunque a veces piensa que el suyo es un amor sin esperanza.

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