Poco a poco, aplicadamente, el tiempo va cubriendo de musgo la pared. Los cambios de temperatura resquebrajan la pintura sin darse importancia, que cae al suelo dejando grandes rodales de piedra al aire. La humedad cubre las esquinas de las piedras. La hierba encuentra un hueco entre las losas del suelo. Las vigas se pudren, las grietas se abren.
Y en lugar de contemplar el lugar con añoranza, a mí, sin embargo, me gusta tal como está.
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