Hace calor. Bochorno. El hombre cocina en soledad mientras su mujer ha ido con los niños al centro comercial. Suda sin ser consciente de ello y, de vez en cuando, siente en las axilas una sensación de frescor que no espera cuando el viento entra en la cocina.
El hombre pone a sofreír la cebolla y el ajo en aceite de oliva virgen a muy baja temperatura. Poco a poco la cocina se llena de un aroma dulce. Escoge entonces tres tomates de la cesta que les trajo un vecino y los mete bajo el agua. Saca el corazón utilizando con habilidad un cuchillo pequeño y los divide en cuartos, que trocea cortando siempre por la parte de la pulpa.
El cielo es de color gris azulado. Las nubes han cubierto el sol pero, como una cúpula de vidrio, han encerrado el aire en su interior, que permanece quieto y caliente. También los árboles del prado parecen estar esperando algo. La radio ha dicho que se alcanzarán los 35º C.
El hombre, con un cuchillo de hoja estrecha y afilada, hace un corte en el vientre del perro muerto que yace en la encimera. Su mujer lo llamaba Aníbal. Con un movimiento experto le arranca la piel, volviendo el cuerpo como un calcetín y le corta las manos para separarla definitivamente. Tira el pellejo a una bolsa de basura negra, donde, a continuación, arroja también la cabeza y el rabo.
Las escalas repetidas de las clases de piano de la niña de los vecinos se extienden en ondas caprichosas, a merced del viento. El termómetro exterior sigue indicando 33º C, igual que media hora antes.
Nota las gotas de sudor acumulándose en sus cejas. Se lava las manos, sanguinolentas tras eviscerar al animal, y se las seca con un trapo, que le sirve también para limpiarse la frente. Coloca en la olla los pedazos de carne, teniendo cuidado de distribuirlos bien y añade sal, pimienta, azafrán y laurel. Tras cinco minutos, da la vuelta a la carne y añade medio vaso de vino blanco oloroso.
En el exterior, poco a poco, el viento comienza a arreciar. Las nubes se arremolinan nerviosas allá arriba, tornándose de un color oscuro, entre el gris y el azul. Ya ni siquiera puede verse exactamente donde está el sol. La temperatura sigue en 33º C, inamovible.
La cocina huele bien, como todos los domingos. El vino ha perdido el alcohol y tras remover el guiso con una cuchara de palo, lo cubre con agua. Cierra entonces la olla y la programa para que emita una señal a los veinte minutos.
El viento comienza a ulular en el garaje. Baja a cerrar la puerta de fuera y recuerda entonces la bolsa de basura negra. Vuelve a la cocina, la recoge y, junto con el contenido del recogedor, mete en ella también el trapo con el que se ha limpiado las manos.
La olla pita y al liberarla del vapor, el aroma resulta delicioso. La mueve entonces suavemente de izquierda a derecha, para comprobar si alguno de los trozos de carne se ha quedado adherido. El guiso se mueve sin problemas, denso, con la textura justa. Con un tenedor toma entonces un poco de carne para comprobar su grado de cocción. Está perfecta. Añade al guiso diez puñados de arroz, lo remueve y lo pone a fuego lento.
Su mujer y sus hijos llegan justo cuando está terminando de secarse de la ducha. Sale del baño, fresco y despejado, para besar a su familia. Los niños dicen a gritos que están hambrientos y que huele muy bien, que la comida que más les gusta del mundo es el arroz de su padre. Ponen el mantel, los cubiertos, el agua, el pan, los platos. Sirven el arroz y la carne y comienzan a comer.
Entonces los niños preguntan por Aníbal y él les contesta que no, que no lo ha visto; que habrá salido a dar una vuelta. Ya sabéis que lo hace a menudo, que este perro es un descastado. Esperemos que no le suceda nada, que no se encuentre con un perro mayor que él, ya lo conocéis, con las malas pulgas que tiene, esperemos que no se meta en una pelea o algo. Bueno, ya volverá cuando tenga hambre, ya sabéis cómo es.
jueves, junio 18, 2009
Bochorno
(Reducción al absurdo)
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10 comentarios:
Buf!!
ya sabéis cómo es...
Pues deben saber cómo era el perro pero lo que es el padre, un total desconocido.
Hola A filla,
Bienvenida. Considere esta su casa. Buf!! me parece un gran comentario. Esa era la idea.
Anónimo,
De eso se trataba, de que el padre hiciera algo sorprendente.
Saludos,
X.
¡Joder!
(¿Vale este comentario, también?)
Está muy bien.
Un abrazo.
Es que las gallegas somos así, todo expresividad...
Un bico, Xavi.
(Fíjate, me he animado, yo también...)
Pues gracias a ambos gallegos. Es cierto que sois todo expresividad. :-P
Bicos,
X.
¡Es que somos muy profundos, chavalito!
No como los de otros sitios, todo pantalla...
joder tío, que puto bestia que eres...que yo soy una blandita!!!!!!
no, ahora en serio, el texto está muy bien (me encanta la sensación de bochorno que te entra leyéndolo) pero un perro...tío, un perro...no podía haber sido el conejito que tenían de mascota, o el vecino cabrón que se tiraba a su mujer (ya puestos, algo más sado, no? ;-)
(ups, a veces se me escapa el instinto asesino...)
beso
La gracia estaba en que fuera el perro de la familia. :-D
Pensé en un gato (me han contado que solían comerse en la posguerra y que se parecían al conejo) pero también pensé que un gato no ofrece la misma empatía que un perro. Que iba a dar menos grima. :-)
Otra cosita... ¿me llamas puto bestia por matar al perro de la familia y tú quieres cargarte al vecino?, ¿y echarlo al arroz? En fin...
Tal vez deberías hacértelo mirar, que le estás cogiendo el gusto a lo de los tiroteos y demás. :-P
Un beso,
X.
Sorprendente, sí.
Gran descripción del horror que convive en lo cotidiano.
"El hombre es un lobo para el perro", podría decirse...
Gran clima asfixiante. Uno siente y casi atrapa el calor y el olor del guiso en la cocina.
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