martes, enero 08, 2008

Muñeco

Un día después de que las fiestas hubieran acabado, el muñeco de nieve, hecho de poliuretano y cubierto con un gorro azul con la marca de la compañía patrocinadora, aún miraba a todo el mundo desde la plaza del centro de la ciudad. Él no fumaba porque no tenía pulmones ni tampoco bebía. No podía, por tanto, hacer lo que hacía todo el mundo a principios de año, que es prometerse dejar los hábitos malsanos. No echaba de menos a nadie, no necesitaba nada y era feliz. Su trabajo le gustaba y no había necesitado repartir publicidad ni atender llamadas telefónicas ni hacer de cajero en un supermercado. Era un muñeco sin preocupaciones, pero tenía tanto derecho como todos los demás a un deseo de año nuevo. En su caso el deseo consistía en ver un paisaje nevado de verdad. Como esos que aparecían en las tarjetas navideñas de la compañía que había repartido durante todo el mes.

Ese día a última hora, llegaron unos operarios para limpiar los despojos de las fiestas y cargaron al muñeco en un camión y lo llevaron al depósito municipal. En el camión también había guirnaldas y manojos de pequeñas bombillas blancas hechos un ovillo. La empresa patrocinadora que lo había comprado ya lo había olvidado así que no parecía que fueran a reciclarlo para el año que viene. No se hacía demasiadas ilusiones. Pero como no tenía sistema nervioso, la verdad es que no le importaba mucho. Por suerte, uno de los operarios, que los fines de semana se encargaba del mantenimiento de una pista de esquí que estaba en un centro comercial, decidió llevárselo a su casa. Sus hijos le pidieron que lo dejara en el jardín porque les gustaba mucho pero el operario dijo que no. Pensaba utilizar al muñeco para hacer méritos ante su jefe, que siempre les estaba hablando de que debían tener una actitud creativa en el trabajo.

Ahora el muñeco no ve árboles esponjosos bajo la nieve ni carámbanos de hielo colgando de los aleros de las casas. No. Esto no es Suiza. La nieve es artificial y no cae de cielo, sino que sale a toda velocidad de unas máquinas rojas. Bueno. Brilla y eso le gusta. No hace frío en el centro comercial pero a él le da lo mismo porque es de poliuretano. Y siempre hay un montón de gente dispuesta a ser feliz. Eso es lo mejor. Él no puede comprar nada pero los entiende perfectamente. Debe ser maravilloso poder comprar todas esas cosas. Y además, los niños ayudan. A veces, dejan de mirar sus videoconsolas, de pedir cosas a sus padres, de tener rabietas y le dan una patada o intentan prenderle fuego. Ya no le importa lo del paisaje nevado. Le gusta vivir allí, en el centro comercial, encima de la pista de esquí.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué tierno y que empalago ¿no?

Sebastián Puig dijo...

Magnífico relato para empezar el año...

¿Tierno y empalago? ¿Cómo?

La independiente dijo...

Hola rythmduel,
Gracias por el comentario pero creo que anónimo lleva razón. Y si hay algo que detesto es el sentimentalismo. El relato no ha resistido veinticuatro horas así que lo he cambiado. Dime si lo prefieres ahora o antes.

anónimo,
espero que ahora te guste más.

Yo creo que a mí sí.

Un abrazo,
X.

Anónimo dijo...

No he llegado a tiempo de ver la primera versión. Esta me parece muy bien escrita, que es lo que a mí me importa, porque en cuanto a argumentos, "para gustos hay colores", a mí todos me parecen aceptables, son la historia del autor y no creo que haya mucho que decir. Por favor, Xavie, ¿podrías poner la primera versión en un comentario, para que yo la viera? Me intriga mucho saber qué ha causado la virulencia que creo observar en la palabra "empalago" del anónimo.

La independiente dijo...

Hola Luisa,
Y bienvenida. No puedo colgar la versión anterior porque ya no existe. Me gusta que mi blog sea algo vivo y no suelo conservar las cosas antiguas que no me convencen cuando las releo. Creo recordar que era bastante más ñoña, con el muñeco añorando el paisaje nevado y haciéndose su deseo casi realidad al final, mucho más azucarada, con frases más largas y menos ironía.

Como le digo a anónimo, esta me gusta más y además, creo que se ajusta más a mi estilo.

Gracias por pensar que que está muy bien escrita.

Un saludo,

Anónimo dijo...

Bueno, pero a veces somos demasiado crueles con lo que escribimos. Tal y como yo lo veo,y hablando de literatura, el sentimentalismo, como todo lo demás, no es ni bueno ni malo, depende de cómo, cuándo y por qué se use. Otra cosa es lo que mueva en cada uno de nosotros, o lo que deje al descubierto del autor, pero eso tiene que ver más con la historia personal que con la obra en sí.

Ah, mil gracias por descubrirme "Predicando en el desierto". Llevo toda la tarde entusiasmada, escuchando flamenco. Yo también lo he puesto en mi blog

Anónimo dijo...

Soy la anónima, autora de la palabra empalago para definir el primer texto, para nada con virulencia, no soy tan sañuda :-P ni mucho menos pretendía criticar la forma en que este estaba escrito, es más soy lectora diaria, está en “mis favoritos”, y digo que no pretendía criticar el estilo literario porque a diferencia de la mayoría de los lectores de este blog, yo soy una simple lectora, no escribo nada y posiblemente sea una mala lectora, pero ya que este blog es tan variado, tan vivo, me permito desde mi anonimato opinar sobre los fragmentos e ideas del Sr. Xavie, es un punto de vista de la “plebe” literaria, y si, opino sobre los argumentos, hasta ahora no había encontrado ninguno con esa nota ñoña que tenía el texto anterior. Disfruto con estos fragmentos, precisamente porque a veces observo delicadamente notas transgresoras, que me hacen sonreír de medio lado.

Y si, Xavie, este me gusta mucho más, es más tú (sin pretender conocerte, que luego traen cola mis comentarios).

Un abrazo, y un saludo a todos, que por cierto os leo a casi todos y me enriquecéis cada día con vuestras frases bien hiladas y vuestros argumentos que hacen funcionar mi máquina.

X La Anónima de siempre, la de andar por casa, la del patio, la de la camiseta calada…

La independiente dijo...

Hola Luisa,
Supongo que llevas razón en lo que dices respecto al sentimentalismo, que se trata de un recurso que hay que saber utilizar. El problema es que me temo que yo no sé. La línea que diferencia un texto emocionante de uno cursi es tan fina que muchas veces no me atrevo a acercarme demasiado. De todas maneras, me gustan mucho los escritores fríos, que consiguen emocionar distanciándose de lo que están contando. No sé, como Murakami.
Estuve ayer bastante rato en tu blog y leí el par de cuentos que tienes publicados. Me encantaron. Todavía tengo en la cabeza la primera frase del segundo: Me hice artificiero porque yo no sudo nunca. Me pareció genial.
También me alegro de que te haya gustado "Predicando en el desierto", lo hace un amigo mío desde Bruselas. Para matar el gusanillo, supongo... Demasiada lluvia y demasiados días grises por allí.

Anónima de andar por casa,
Como te dije en el primer texto, creo que llevabas razón en el uso de la palabra empalago. Y no pasa nada por decir lo que piensas de lo que escribo aquí. De hecho, una de las cosas que más me gusta de tener un blog es comprobar inmediatamente el efecto que tiene lo que escribes sobre la gente que te lee. Me gusta lo que dices de las notas transgresoras y la sonrisa de medio lado porque, en muchas ocasiones, es justo lo que pretendo provocar. Una de las emociones que más me inspiran es el desconcierto ante el mundo. Y es que la vida es muy rara. Vamos, creo yo.

Y también me gusta que éste te guste mucho más. Yo también me reconozco más. O, bueno, reconozco más el estilo de Xavie, que es un tipo que no me cae mal pero que siempre está un poco demasiado melancólico... :-D

Un saludo a ambas,
X.

Portarosa dijo...

Hola.
Sólo he leído esta versión, y me gusta, me ha gustado mucho.

Un abrazo.

La independiente dijo...

Gracias Porto,
Contigo siempre se puede contar, eres un editor muy benévolo. :-D

Un abrazo,
X.