miércoles, diciembre 26, 2007

Transformaciones

Huir, correr, hacia delante, sin sosiego ni calma, tan sólo para desembarazarnos de nosotros mismos, de la imagen que todos los demas tienen de ti, marcharse a ser otro. Hacer las maletas, coger el dinero y largarse a inventarse una vida. No tener que jugar el papel que los demás esperan que hagamos, no tener que hablar o contar ese chiste, no tener que hacer el comentario que todos esperan, no tener que ser quien siempre eres, al que todos conocen desde hace tanto tiempo, al que quieren a pesar de sus defectos. Es decir, transformarse en otra cosa.
Y la vez, quedarse, quedarse para siempre, volver, echar raíces, comprar una casa, dejarse invadir por la dulce rutina de lo familiar, venir a envejecer definitivamente en las mismas calles en las que te criaste y jugar para siempre a reconocerse en los demás, a conocerlos a ellos como ellos lo hacen contigo, a sentirse querido, a asistir a las mismas conversaciones, a dejarse arropar por la familia. A convertirse definitivamente en alguien parecido a tus vecinos. Es decir, transformarse en otra cosa.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo está el patio bloguero de inspirado en esas fiestas.

¡Te felicito profusamente!

¿O seré yo y mis emociones que lo tiñen todo de gratitud?

Anónimo dijo...

En esas no, en estas que aún nos tienen.

conde-duque dijo...

Pues sí: ¡vaya dilema! Yo tampoco quiero ser yo.
Tiran los patios corbobeses, ¿no?, ese tomar el fresco de noche, en primavera.
Me ha gustado mucho.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

¿Huir o quedarse? Qué dilema; si huyes te permites el gran lujo de ser tu mismo sin más disfraces que el de la ropa que viste nuestros cuerpos, como dices “inventar una nueva vida”… que atractivo ¿no? Y quedarse… echar raíces… ¡que seguridad da lo de tener raíces!, que bonito cuando te cruzas por el barrio a tu compañero de colegio con el que jugabas a “cuba libre” y con el que a pesar de no tener nada que ver a día de hoy reconocéis la complicidad en la sonrisa de aquellos juegos, pero… siempre hay un pero… por unos momentos finges quien deberías ser.

¿Dónde está pues el equilibrio en la huida o en el quedarse?

De nuevo tus fragmentos ponen en funcionamiento mi maquinaria :-D

La anónima del patio de los naranjos ;-P

Portarosa dijo...

Claro, claro, es que hacen falta, como mínimo, dos vidas. Una para el hogar, para conservar, y otra para arriesgar, para explorar.

Qué más daría, ¿no? Dos vidas en lugar de una; no es pedir tanto.

Un abrazo.

Recaredo Veredas dijo...

Buen e inacabado texto. Podrías profundizar mucho más en las consecuencias. Saludos.

La independiente dijo...

Amanda,
Gracias por el comentario. Y sí, aún nos tienen, aún... Y qué ganas de que nos dejen un poco, ¿no?

Conde,
Gracias y sí que tiran los patios, sí. Sobre todo el de mi señora madre. El sol de invierno y cerveza en las terrazas en diciembre. Sí que tira, sí.

Hola anónima del patio de los naranjos,
Ahí está el dilema. Qué hacer. Si es que acaso se puede hacer algo para evitar echar de menos la vía que no hemos tomado. Yo no lo sé. A veces creo que sí y a veces que no. Creo que la mayoría de nosotros se conformaría con estar contentos con el camino escogido.

Hola Porto,
Y ya puestos, ¿por qué no tres o cuatro vidas? ¿O mil? Yo estoy de acuerdo contigo, tampoco es pedir tanto.

Bienvenido Recaredo,
Supongo que todo texto está inacabado por definición. :-D Pero, ya en serio, el objeto de este blog es más la pincelada y la imagen que otra cosa. Más que el desarrollo de los temas.

Abrazos, besos y saludos a todos,
Repártanse libremente.

X.

princesadehojalata dijo...

Pues me quedo unos cuantos de esos besos y abrazos que repartes.
Me ha gustado mucho el texto, creo que la dicotomía que planteas al final no es tal, huimos y nos quedamos constantemente. Por suerte.
Besos (para ti).

La independiente dijo...

Me gusta eso que dices, princesa.
Eso de que huimos y nos quedamos constantemente. Creo que llevas razón. Es como cuando pensamos en nuestra vida e identificamos momentos que nos podían haber conducido por otro camino, pero, en realidad, esas elecciones se hacen cada segundo sin que seamos conscientes de ellas. Sólo al mirar hacia atrás identificamos determinados momentos como si fueran fundamentales. Pienso yo, vamos.

Un beso (para ti)

X.