lunes, diciembre 03, 2007

Celo

Puedo frotarme con tu cuerpo o enroscarme a tus pies, puedo maullar y atrapar un pajarillo desvalido que se haya caído del nido sin esfuerzo. No conozco la piedad ni la compasión porque soy un depredador. Me muevo con la elástica belleza de los felinos, siempre dispuestos a saltar y caer con elegancia. Soy un gato, el amigo de los solitarios, la mascota que desprecia a sus dueños, el guía de las almas que erran perdidas entre calles asfaltadas. Soy el amo de la ciudad y cuando los humanos desaparezcan seré la única especie doméstica preparada para sobrevivir en la naturaleza, aunque no tendré necesidad de hacerlo hasta que todas vuestras gallinas hayan desaparecido en nuestros estómagos.

En esta época, sin embargo, me canso de moverme de un sitio a otro, oculto por la oscuridad, marcando mi territorio con orines apestosos, me canso de buscar y se me ocurre que me gustaría ser uno de esos peces que de vez en cuando engullo y que se mueven debajo del agua, veloces y plateados. O bien un rosal, que espera con valor la helada, sin moverse del sitio; o una roca, que contempla cómo pasa la vida año tras año sin apenas cambios. En esta época, arqueo el lomo, bufo, saco las garras, cierro las pupilas, muerdo y salto. Busco a las hembras sin descanso, olfateo y sigo sus rastros. Las busco. Pero preferiría no hacerlo.

No entiendo como soportáis los humanos estar siempre en época de celo.

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