lunes, diciembre 17, 2007

Don

Durante cuatro años tuve un don. Fui capaz de predecir con absoluta precisión el valor que alcanzarían las acciones y me hice rico, claro. Los colegas de la firma de inversiones pensaban que tenía buena mano con las previsiones pero nunca supieron realmente hasta dónde llegaba mi facultad de anticipación. Yo sí. Durante cuatro años no fallé ni una sola vez.
Después de un año, me establecí por mi cuenta y dos clientes importantes, con activos por valor de cincuenta millones, se vinieron conmigo. Ese fue el principio de todo. Alquilé una oficina con mil metros cuadrados en la zona de negocios más importante de la ciudad, contraté a los mejores de mi anterior empresa y comencé una campaña de publicidad a medida. En fin, lo habitual en estos temas, un poco de suerte, un poco de decisión y el dinero comenzó a entrar en la empresa. Esa siempre es la etapa más divertida de cualquier negocio: cuando el dinero comienza a llegar. Cualquiera que haya creado una empresa lo sabe.
Incluso cuando la ola de atentados en mi ciudad hizo caer las acciones un 30%, yo supe cubrirme con permutas de valores y negociaciones de bonos. Y no perdí ni un euro en los tres meses siguientes de agitación bursátil y de nerviosismo. Ni un euro. Supongo que no está bien alegrarse cuando mueren cientos de personas inocentes y yo no lo hago, pero a partir de ese día los clientes empezaron a hacer cola ante mi puerta. Personas por cuya cartera hubiera sido capaz de todo insistían en verme y en contratarme para mover su dinero. Así que yo sólo me limité a aprovecharme de la situación, no creo que se me pueda reprochar nada. Justo después de aquellos meses, mi empresa comenzó su expansión. Abrí sucursales en tres ciudades más, siempre en las zonas más cotizadas, amplié el tipo de operaciones que realizábamos y comencé a trabajar en fusiones y adquisiciones, donde está el dinero de verdad en este negocio.
Nunca le dije a nadie cómo era capaz de afinar tanto, ese era mi secreto. La verdad es que, por inverosímil que parezca, soñaba con cotizaciones. Se me aparecían en sueños y por la mañana, durante los cinco primeros minutos de vigilia, era capaz de recodarlas. Después de un par de meses, también advertí que si me concentraba en determinadas operaciones a la hora de dormir, por la mañana siempre sabía qué hacer al respecto.
De vez en cuando, sin embargo, no soñaba con valores, ventas y compras. A veces soñaba con otras cosas que iban a suceder que no tenían nada que ver con el dinero. Como cuando soñé con aquellos cientos de personas muertas y los trenes destripados por las bombas dos días antes de que sucediera, pero todas aquellas escenas no me interesaban demasiado. No quería parecerme a Casandra, condenada a ver el futuro y a que nadie la creyera.
Nunca me planteé por qué me ocurría aquello, simplemente le saqué partido. Ahora el don ha cesado pero me da igual. Ya tengo suficiente dinero para vivir tranquilo el resto de mi vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Me permitirías hacer algunas que otra observación sobre la redacción de este texto? Lo haría como una lectora sin ningún tipo de idea sobre estilo, pero igual te sirve, pues a veces me atropello leyéndote.

La independiente dijo...

Claro, anónima, sin problema.
Estoy más que abierto a sugerencias. Dime y si me parece razonable, lo cambio en el texto. Esta es otra de las grandes facultades de escribir un blog, la edición a vuela pluma ;-)

Un saludo,
X.

La independiente dijo...

Por cierto,
Espero que esta versión del texto te guste más, anónima.
A mí si que me gusta más. A veces me dejo llevar por la verborrea y creo que ahora está mejor.

Un saludo,
X.

conde-duque dijo...

Eso sí que es un don. Ya lo querría yo para mí. Forrarme a base de sueños...
Un saludo.

La independiente dijo...

Pues no estaría mal, Conde, no estaría mal. Ahí estaba la gracia del asunto, pudiendo evitar desgracias, el protagonista decide forrarse...

Por cierto, leí tu entrada de Lisboa y me ha gustado mucho. Sabía que te encantaría la ciudad y los desconchones en las fachadas :-D

Un abrazo,
X.