martes, diciembre 11, 2007

Huesos

Al señor de Portorosa

Qué momento el de asistir en un cementerio a la retirada de restos de una tumba por parte de un obrero demasiado acostumbrado a hacer eso con una cara falsa de tristeza, pues a fin de cuentas no son más que restos blanquecinos que antes pertenecieron a una persona, pero que en realidad parecen trozos de piedra caliza, la familia que siente entonces un pellizco en el estómago porque reconoce entre los huesos desordenados la hebilla del cinturón que el muerto llevaba en el día de su entierro, los restos rasgados del pañuelo de seda, apenas unas hebras, con el que ella quiso descansar porque aún conservaba un rastro de aroma a rosas secas y le recordaba la gran historia de amor de su vida, o un broche de amatista que hizo el camino de ida a América años antes y que acabó volviendo después de que la vida en Cuba se volviera miserable y la emigrante regresara a su pueblo a construirse una casa humilde con los ahorros de toda una vida, en lugar de la gran casa del indiano en la que pensaba vivir cuando partió un día nublado, como lo son todos en Galicia, hacia Cuba hace ya cincuenta años. Y entonces alguien siempre dice no somos nada y fíjate en lo que quedamos cuando pasa el tiempo y humo y ceniza y el tiempo lo cubre todo con su manto de olvido y el poeta de la familia se pone lírico al decir que siempre que exista una persona que nos recuerde no habremos muerto del todo aunque el poeta sepa que cuando mueres, mueres sin remisión y que eso es precisamente lo que hace posible la poesía, que esos huesos con ese aspecto seco, como si nunca hubieran conocido la humedad de la atmósfera, estaban unidos, fijados y trenzados por los músculos y los tendones a un cuerpo, tenían riego sanguíneo y nervios en su interior y estaban tan vivos como el corazón que bombeaba sangre dentro su armazón de costillas, tan vivos como tú, tan vivos como yo y que todo eso terminará algún día y que lo que nos aproxima al abismo y la nada, lo que nos acerca a la línea de sombra que marca el sentido último de la poesía es justo saber que la vida se acaba y que si no lo hiciera, no seríamos lo que somos, humanos asustados por el vacio del final, que se emocionan ante los buenos versos, pero fíjate como brilla la amatista después de tanto tiempo y algún día te contaré la maravillosa historia de la tata Clara, tu tía caribeña nacida en Muxía.

7 comentarios:

Portarosa dijo...

Asustados por el vacío del final.


Muchas gracias por la dedicatoria, X. (qué alegría, hace poco en el blog Japanizeme también se acordaron de mí en un entierro; vaya por Dios). Pero lo que más me ha gustado es que en esa frase de arriba has resumido tantas y tantas cosas que yo quiero explicar. A muchos más, o a todos, supongo, pero desde luego a mí me has clavado con eso.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

“huesos” ha calado en mi cuerpo igual que ocurre en un día lluvioso, y la camiseta blanca queda pegada al torso, y se confunde con la piel. De mi mente no desaparece tu idea “es justo saber que la vida se acaba y que si no lo hiciera, no seríamos lo que somos”; me hace comprender muchas de las dudas que me planteo a diario sobre mi comportamiento, mis forma de sentir, de expresarme, y encuentro en ella todo lo que he de saber sobre esta personita, que a veces se pierde buscándose en el mundo que le ha tocado vivir. Cierto es, se que algún día desapareceré, y mi fe no es tan fuerte como para creer en un cielo o en un infierno, que no sea el de un orgasmo o el de una decepción amorosa, desapareceré para siempre y no veré las secuelas; de manera que soy lo que soy gracias a esta palabra tan romántica, la muerte. Muchas gracias xavie por hacerme reflexionar y por tocar el cielo con los dedos sin necesidad de desaparecer aún.

La independiente dijo...

Hola Porto,
Me acordé de ti porque escribiste algo muy hermoso sobre un entierro en la aldea (rezos, rencor y raíces)y me apeteció dedicarte la entrada. No es que crea que lo tuyo son los entierros :-D
La próxima que te dedicaré, ahora que te has hecho friki y disfrutas de Apocalipsis Zombie ;-) será algo divertido y muy pop, ¿de acuerdo?

Un abrazo,

Anónimo,
Muchas gracias por tu comentario. El tema de la muerte y el paso del tiempo aparece mucho en mi blog, empezando por los versos de Gil de Biedma que se pueden leer a la derecha, pero intento no plantearlos desde la tristeza. No sé si lo consigo.

Un saludo,

Portarosa dijo...

De acuerdo.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

No puedo opinar con "objetividad" sobre si consigues no plantearlo desde la tristeza. Como simple lectora puedo decir que es difícil no ver el brillo sobrecogedor en "humanos asustados por el vacío del final".

Es una frase sencilla, que podría quedar algo camuflada entre el resto. Sí, podría, pero... no lo hace.

Es difícil no clavar los ojos en ella y no sentir la descarga de un vértigo eléctrico.

Aún así, te felicito.

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Portorosa, sería bonito que no cayeran en saco roto todas esas cosas que quieres explicar por mor de la frase que te clavó.

**

Anónimo, si la "gran indefinición" no avala ni el futuro postmorten, ni lo contrario, por lo que cada cual puede para sus adentros decidir literalmente lo que le dé la gana, ¿no te resulta curioso o raro que se prefiera lo que menos beneficia?

Aún sin fe, creo es más sano para lo que nos resta aquí, hacer también planes para después. Por si acaso.

La independiente dijo...

Hola Amanda,
Como digo, no sé si consigo no plantearlo desde la tristeza, pero, al menos, lo intento. Creo que tener presente que hemos de morir nos ayuda a vivir más intensamente (y disculpa el lugar común).

Y gracias por el comentario.

Un saludo,
X.

Anónimo dijo...

Amanda,
Tu punto de vista sobre el hacer planes por si acaso, me suena familiar. En la cultura que me constituye (la del noroeste peninsular) sabemos vivir del sí y del no. Es cierto que esta postura tiene un carácter ventajista, explicable por la historia de sumisión y escasez. Sin embargo creo que aún conserva una sabiduría de antiguo, que el noble Heráclito formulaba así:

"Si no esperas no hallarás lo inesperado, que es inaccesible y no se puede encontrar".

Todo un enigma para meditar desde los límites de Fisterra.

Xavie. Relato precioso y sentido. Creo que no te debería preocupar que las vivencias de fugacidad tengan un tono triste. Si fuera de otro modo no serían creibles. En tu caso son muy creibles por lo que creo que, afortunadamente, estás fracasando en el intento de abolir su tono melacólico.

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