lunes, abril 16, 2007

Domingo

Cuando llegué a casa, no necesité abrir la puerta con cuidado para no despertar a nadie porque nadie duerme en mi casa cuando yo no estoy. Entré y me senté en el sillón; me tomé un trozo de chocolate y miré un publirreportaje de esos en los que el público aúlla cuando sale al plató un actor venido a menos completamente desconocido en España. El mundo es un lugar extraño, escribí en mi cuaderno. El anuncio presentaba un aparato que servía para endurecer la musculatura de la barriga. Miré mi barriga. Descarté que aquel aparato me sirviera de algo. Cambié de canal y descubrí que era muy tarde: tan tarde que incluso las cadenas locales que emiten pornografía ocho horas al día habían cambiado de programación y empezaban de nuevo con los videntes. Al mirar por la ventana distinguí una línea luminosa detrás de los edificios. Estaba amaneciendo.

Me lavé los dientes y decidí no acostarme. Bajé a la calle y caminé diez minutos hasta llegar al quiosco que vende prensa las veinticuatro horas al día. Compré dos periódicos y les eché un vistazo. Nada digno de mención. Pensé que las noticias de una semana se reciclan en la siguiente, como si Dios o el azar fuera un ordenador que ha entrado en un bucle del que no sabe salir. Bah. Es muy tarde, no hagas caso. Llamé por teléfono y me contestó una máquina. Pulsé el uno y luego el tres y la voz de una mujer sonó al otro lado. Acordamos el precio y me senté a esperar. Cuando la mujer llegó, yo estaba dormido. A pesar del café que me había preparado y de los periódicos, no conseguí mantener los ojos abiertos. Abrí la puerta recién despierto y una mujer de piernas largas y pechos pequeños me sonrió. La hice pasar.

Ella se desnudó y se puso delante de mí un conjunto de ropa interior negro y lleno de encajes que realzaba su figura. Tal y como hacía siempre que la llamaba. Yo también me desnudé. Nos metimos en la cama. La besé con cariño y le acaricié la nuca y los lóbulos de las orejas y, como casi siempre, me quedé dormido mientras me acariciaba el pelo. El dinero, algo que habíamos acordado tiempo atrás, estaba encima de la mesilla de noche. Bien visible.

Cuando me despertó su beso pude notar el olor del café recién hecho. Me senté en la mesa y admiré el mantel perfectamente puesto, los huevos revueltos en su punto y las tostadas doradas. Los periódicos estaban doblados y crujientes a un lado. Había flores frescas en un jarrón en el centro de la mesa.

Iliana me dijo hasta la próxima cariño, me besó en la frente, abrió la puerta y se marchó.

13 comentarios:

La independiente dijo...

Supongo que el emoticon es porque te ha parecido bueno el cuento. :-D

Porque alegre, alegre, lo que se dice alegre...

Un saludo,

Portarosa dijo...

No, alegre no es mucho, que digamos. Pero el detalle de cariño del desayuno es una concesión a la esperanza, ¿no?

Pero yo me pregunto de dónde es Iliana para hacer huevos revueltos para desayunar. Porque si es de Europa del este no le pega. Y de los USA no va a ser; dónde se ha visto.
Lo de que no se limite a desnudarse, sino que se ponga lencería delante de ti (que es algo que, por otra parte, ignoro si suele ocurrir), me parece muy sugerente.

Un abrazo.

La independiente dijo...

¿Lencería delante de mí? Lencería delante de quienquiera que sea el que llama al amanecer a un teléfono de contactos. :-D

Iliana hace lo que le mandan, para eso le pagan; de ahí los huevos revueltos, las tostadas y el periódico crujiente. El que paga es el que quiere el desayuno justo así. Creo que la gracia está en que exista alguien que pague a una prostituta para que lo duerma y le haga el desayuno como a él le gusta. Que paga a una mujer, no para acostarse con ella, sino para experimentar la sensación de tener a alguien en casa el domingo por la mañana...

Un abrazo,

La independiente dijo...

De hecho, Porto,
Creo que el relato es más negro (incluso) de lo que piensas.
El beso, el cariño y el tratamiento forman parte del acuerdo comercial. La chica ya sabe lo que quiere el cliente y por eso se lo da (y porque paga bien, claro).
No creo que exista cariño verdadero. Ni falta que le hace al relato.
Todo es mentira. Una mentira bien pagada.

Un abrazo,

Portarosa dijo...

Pues reconozco que no había entendido todo. Está muy bien.

conde-duque dijo...

Me ha gustado mucho, Xavie. Como ya te conozco, a todos los detalles les iba buscando otra lectura... Lo último no acababa de entenderlo: me parecía extraño que una prostituta le hiciera el desayuno, ¡hasta llegué a pensar que era su mujer representando un papel porque a él le daba morbo!
Nos vas a volver locos, Xavie, ¡la próxima vez tendrás que darnos más pistas!
Un saludo

La independiente dijo...

Hola Conde, Porto
He modificado un poco el relato, el último párrafo, a ver si queda más claro.
Es evidente que el relato no se leía tal y como yo pretendía. A ver si ahora ha mejorado...

Un abrazo

Anónimo dijo...

Pues yo seré rara, pero yo me niego a creer que no haya algo de cariño en los gestos de la mujer (incluso en los del hombre), aunque no sea más que por lo distinto del trato.

Yo leo dos soledades jugando a la compañía, y es tan negro, o tan triste, como queramos ver eso.

Como siempre me ha encantado el cuento, Xavie.

Beso gratis.

La independiente dijo...

Hola respirando,
Me alegro de que te haya gustado el cuento. Y, bueno, si ves cariño en él, pues mejor.
Yo no lo tengo claro. Pero quién sabe...

Quizás después de varios meses fingiendo darse cariño, los protagonistas acabaran sintiéndolo de verdad. Y un sábado cualquiera Iliana se presentara de improviso en casa del narrador y le hiciera la cena gratis.

Nunca se sabe cómo van a acabar las cosas. :-D

Un beso
(gratis también, por supuesto ;-)

Anónimo dijo...

Creo que no importa mucho si es verdad o mentira, lo que siente el que paga debe ser parecido a si fuera cierto(si no, no pagaría). Por eso, creo que voy a tener que replanetarme el valor del dinero, si es capaz de comprar ternura...
Un cuento precioso

La independiente dijo...

Gracias anónimo,
Como decía en mi comentario de antes no sé si el dinero es capaz de comprar ternura o lo que compra es la representación de esa ternura.

Pero, ¿cuántas veces hemos acabado sintiendo algo que pretendíamos sólo fingir?

Un saludo,

Anónimo dijo...

Hola Xavie. El cuento me ha encantado, como muchos otros. Este en particular me parece tan triste y tierno a la vez, que una mueca es todo lo que he podido dar por respuesta.

La soledad de él, triste. El sentimiento casi maternal de ella, tierno y triste a la vez, aunque solo sea un trabajo más.
Y vacío...mucho vacío y fugacidad.

Un beso y una flor

La independiente dijo...

Gracias por el beso y la flor, anónimo

Y por el halago, claro.

Un beso.