martes, julio 11, 2006

Correo

Hace un tiempo recibí un correo electrónico con una foto de una chica rusa preciosa en el que, sin conocerme, se dirigía a mí en términos muy cariñosos. Como a mí este tipo de cosas no suelen sucederme, el correo me hizo mucha ilusión, la verdad, y durante días estuve dándole vueltas a la idea de contestarle. Aunque no soy imbécil y sabía que debía tratarse de una confusión, me resistía a dejar pasar la oportunidad. Al fin y al cabo, si el azar había puesto a mi alcance una preciosidad así, quizá fuera una estupidez dejarlo correr, así que, a pesar de pasar toda aquella semana con dudas, al final me decidí a escribirle un breve correo en el que le contaba un poco quién era yo y en el que me interesaba por ella, haciéndole preguntas sobre su vida. Pensaba que, como la gente tiende a estar más que dispuesta a hablar sobre ella misma, recibiría algún tipo de respuesta, pero durante días estuve esperando para nada.

Me decidí entonces a escribirle una segunda carta. Una segunda carta sin haber recibido respuesta a una primera es una jugada a vida o muerte. Si no consigues una respuesta en el segundo intento, puedes ir eliminando la dirección de correo, por lo que durante una semana completa no tuve otra cosa en la cabeza. El esfuerzo mereció la pena. Al final, todo hay que decirlo, me quedó bastante bien: una carta no demasiado larga, intensa y sincera.

Lo que pasó después fue que a partir del momento en el que pulsé el botón de envío, durante días no hice otra cosa que comprobar mi bandeja de entrada como un obseso. Pero es que aquella chica era realmente guapa. Seguro que al principio lo pasaría mal hasta acostumbrarse al clima y a estos horarios de locos, pero parecía tener una mirada inteligente, por lo que estaba seguro de que no tendría problemas de integración. Además, sabía español y seguro que siendo rusa, era ingeniera o algo así, algo que le permitiría ganarse bien la vida en España. Puede ser que Rusia hubiera sido un gran país en otros tiempos, pero ahora era un país miserable y tenía un clima horrible. España era, sin duda, la mejor opción: cualquiera en la situación de Nadia estaría encantada.

Por fin, un día la bandeja de entrada mostró el mensaje que esperaba: Bandeja de entrada (2), dos correos electrónicos sin leer. Seguro que, al fin, Nadia se había decidido a contestarme.
Pero, ahora, dos meses después, sé la verdad. En realidad, sólo fueron los primeros de los varios cientos que recibí y en los que se me ofrecía un aumento de pene.

Y de Nadia nunca volví a saber.

5 comentarios:

Olvido dijo...

jajaj (sin acritud), me ha gustado y no lo he visto venir.
Bien, bien...
Un saludo

Anónimo dijo...

es la peor estupidez que he leido en mi vida

La independiente dijo...

Gracias olvido,

Anónimo, agradecería alguna precisión más. Gracias

Un saludo,

Xavie

Portarosa dijo...

Yo sí lo veía venir, la verdad, pero está muy bien de todos modos.

(No vale la pena, hombre)

Un abrazo.

La independiente dijo...

Hola Porto,
Supongo que sí, que se veía venir, pero la idea era escribir algo divertido y relacionado con las nuevas formas de relacionarnos.

Como cuando ponemos el MSN en disponible esperando que esa persona que se acaba de conectar y que ya no habla con nosotros, acabe por decirnos algo. Y no lo hace.

Un abrazo,
Xavie