Andrés no sabía por qué hoy tenía encajados en la boca del estómago ciertos presentimientos funestos. Sería la astenia primaveral o el calor inesperado, se dijo. Sería lo que fuera, no lo sabía. Pero la sensación de no encontrarse a gusto en su pellejo le llevaba acompañando desde que se había levantado por la mañana. Le daba la impresión de que hoy le quedaba un poco grande.
Si fuera una serpiente, me daría exactamente lo mismo, reflexionó, se cambia de piel y fuera, pero es que voy a tener que aguantar con el mío y espero, además, aguantar durante mucho tiempo. Así que decidió ir a una clínica de cirugía estética para que le recortaran lo que sobraba.
Siempre sale más a cuenta modificar la cubierta de las cosas que andar trasteando en la maquinaria.
5 comentarios:
Es verdad, siempre es más fácil cambiar los muebles de lugar, que mudarse. ;-)
Me has hecho sonreir. Estoy en plena mudanza. Un beso.
Hola,
May, sí, siempre es más fácil cambiar los muebles, dónde va a parar. Aunque no creas, a veces quedarse en el sitio también requiere lo suyo. :-D
Princesa, daré por bien empleada la entrada entonces.
Un saludo,
Xavie
Freud explicaba que uno de sus pacientes, al llegar un día a casa, encontró a su mujer estirada en el diván con otro hombre.
Al día siguiente cambió el diván.
A eso, en psicoanálisis, se le llama desplazamiento.
Un abrazo.
Danae,
Evidentemente la culpa era del diván. No sé como no lo has notado.
Y desplazar el diván, la solución más lógica. :-D
Un saludo,
Xavie
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