Cuando Mateo Alemán, el autor del Guzman de Alfarache, vio como su criatura corría por páginas que él no había escrito, no lo dudó. El autor de la segunda parte falsa, Mateo Luján, pagaría con su vida tal atrevimiento.
Así, en la segunda parte verdadera del Guzmán, Mateo Luján aparece como un personaje que después de robar al protagonista (ladrón), hace amistad con él (pícaro), y al embarcarse en Barcelona, enloquece (desequilibrado) y se arroja al mar (suicida).
Y así, a la vez que lo mató y lo condenó al infierno (en la ficción), le concedió la inmortalidad de la fama (en la realidad).
Paradojas de la literatura.
2 comentarios:
Creo que debería de leer algo más. O bien, creo que debería descansar algo más (me lo ha dicho hoy mi almohada que ultimamente no le hago mucho caso).
Otra cosa: si te envían un spam de los del post anterior, reenvíamelo. Tiene que ser genial (o una auténtica mierda que con esto del Arte nunca se sabe).
Besos. C.
Las fotos que se veían en el artículo eran demasiado pequeñas para apreciarlas. Cosas del copyright, supongo :-D
Y, Cal, creo que leer y descansar (hablar con la almohada, quiero decir) son incompatibles. ;-) Tú eliges.
Un beso,
Xavie
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