martes, mayo 12, 2009

Espacio-tiempo

El 9 de octubre de 1604 Kepler fue el primer astrónomo europeo en documentar el estallido de una supernova. Duró más de un año y medio. Durante un año y medio la Tierra fue bañada por la luz de una estrella que había empezado a agonizar veinte mil años antes. No es difícil imaginar a Kepler, con su perilla y su vestido de paño negro, contemplando aquella explosión de luz que contradecía el modelo de universo establecido por Aristóteles, preguntándose cuál sería el origen de aquel fenómeno. De hecho, sería posible buscar el lugar exacto en el que se encontraba su observatorio y mirar al cielo tal y como él hizo hace más de cuatrocientos años. Sería posible incluso imaginar su gesto: el ceño fruncido, la concentración en la cara, los papeles en los que tomaba notas con un cálamo. Cuatrocientos años después ocuparíamos en el espacio el mismo lugar en el que Kepler comprobó la muerte de una estrella que había comenzado a suceder veinte mil años atrás.

El 9 de enero de 2008 se observó por fin el estallido de otra supernova diferente a la que ya registró Kepler. Un satélite de la NASA llamado Swift detectó un incremento masivo de rayos gamma. No es difícil imaginar a un astrónomo, con ropa informal y aspecto de científico, encima de algún monte terrestre, observando el universo a través de un telescopio cuando de repente recibe la notificación del estallido. En respuesta al mensaje, el astrónomo cambia la resolución de su telescopio, lo ajusta a una distancia diferente y observa con atención. De hecho, sería posible buscar el lugar exacto en el que el astrónomo trabaja y comprobar que su gesto es parecido al de Kepler. Ese astrónomo, de alguna manera, está viajando en el tiempo. No solo por repetir un gesto con más de cuatrocientos años de antigüedad sino porque, con sus gafas y su barba descuidada, lleva tres horas estudiando una galaxia y ahora está enfocando la explosión de la estrella con un aumento diferente, y ese cambio en la resolución provoca que esté mirando algo que está en un pasado diferente. Si el astrónomo fuera más dado a la metafísica, podría advertir que, de alguna manera, su propio tiempo ha desaparecido.

Si ambas estrellas se hubieran encontrado exactamente a cuatrocientos cuatro años luz de distancia, ambas explosiones podrían haberse producido a la vez. Ambas estrellas podrían haber muerto al tiempo que los últimos Neanderthales se extinguían y que los tigres de dientes de sable iban convirtiéndose en huesos blanquecinos y más tarde en polvo. Desde entonces, la luz de ambas no deja de moverse camino de nuestro planeta. Podríamos imaginar esa luz que viaja, sin descanso ni cambios, como una flecha, como un tubo extensible, como una manguera que gira sin parar pero la física dice que es más exacto imaginar que el universo se retrae a medida que ella pasa, como una ameba. Esa luz viaja, año tras año, siglo tras siglo, sin alterarse, siempre la misma velocidad, segura de que nada en el universo puede viajar más rápido que ella, segura de que la única magnitud que se mantiene inmutable en todas partes es precisamente su velocidad, segura de que, debido a ello, cuando ella se mueve, es el continuo espacio-tiempo el que se deforma. La ameba la que se retrae.

Cuando contemplo el cielo en una noche sin luna, recuerdo que todas las estrellas que vemos se encuentran a una distancia diferente y que esa imagen tan propia de la literatura de todos los tiempos, esa imagen que ha fascinado a la humanidad desde sus inicios y que ha impelido al hombre al estudio de los astros y a la construcción de calendarios (el cielo tachonado de estrellas que diría un clásico) es algo muy extraño, es una instantánea del espacio, sí, pero también del tiempo. Miro allá arriba, mientras la brisa hace un sonido marino entre los árboles, y observo objetos que creo reales pero que tal vez ya no existan porque, en realidad, lo que estoy haciendo es mirar el pasado. Un pasado diferente para cada estrella. Y también recuerdo la seguridad de la luz en sí misma, su constancia, su absoluto convencimiento.

Y Fatboy Slim canta Right here, Right now. Y lo hace justo aquí y justo ahora.

¿Lo entienden?

10 comentarios:

Anónimo dijo...

No, no lo entiendo.
Ni puñetera falta que me hace...

La independiente dijo...

Bueno anónimo, eso piensa usted. A mí, la verdad, me gustaría entenderlo todo.

Pero allá usted.

X.

Anónimo dijo...

Querer es una cosa. Necesitar es otra...
Se puede querer entender todo y puede que no se necesite entenderlo todo.

No se me ponga agresivo Don X.

Sólo que hay cosas bonitas que no se entienden y a lo mejor son bonitas precisamente porque no se entienden. No sé si me entiende...

La independiente dijo...

De acuerdo, anónimo. No me pongo agresivo.

Pero tenga en cuenta que las palabras deben ser dichas (y mucho más escritas) con cuidado. :-)

Entiendo lo que dice al final. Que pretender entenderlo todo resta misterio al universo. Y belleza, claro. Aunque no sé si estoy de acuerdo. :-)

Un saludo,
X.

Portarosa dijo...

No sé si lo entiendo bien, pero me fascina.

Y tu texto, me ha encantado.

La idea de que ambas supernovas estallaran a la vez es realmente alucinante, ¿no crees?

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Lamento mi total falta de cuidado (responsabilidad a partes iguales de mi ímpetu y su texto). No me sorprende que no esté de acuerdo conmigo, la verdad.
Tiene una tendencia acusada a no estar de acuerdo conmigo.

La independiente dijo...

Hola Porto,
Lo de que explotaran a la vez es solo una posibilidad. Es decir, que no he consultado la wikipedia para ver a cuánta distancia están entre ellas. Lo he imaginado.
Pero si ambas estuvieran separadas cuatrocientos cuatro años luz, teóricamente, la explosión podría haber comenzado a la vez.

Gracias por lo del texto.

Anónimo, Identifíquese ahorita mismo. :-).

¿Quién es usted? ¿A qué dedica el tiempo libre? ¿Como es que me empeño en quitarle la razón? ¿Nos conocemos? :-P

Saludos,
X.

Anónimo dijo...

Pues no tengo claro si conozco a Peter Parker, Spiderman, o ninguno de los dos.
Eso es, después de todo, lo de menos (y volvemos al misterio)

Sería divertido jugar a las adivinanzas. Pero supongo que no necesitaría vd. muchas pistas...

María dijo...

Yo sí sé que no lo entiendo bien (la inmensidad me desborda), pero también me fascina.

Curiosamente en algún punto del espacio se habrán percibido ambos estallidos como simultáneos.

Un beso.

NáN dijo...

Digamos que me fascina, pero entender-entender, la verdad poco. Lo de que esa luz va deformando el espacio, ni papa. Sí puedo entender que la luz viaja. Si la luz es pequeñita, como la de la lámpara con la que leo, pues se extiende en un espacio pequeñito y enseguida pierde fuerza y desaparece. Comprendo que la explosión de una supernova crea una luz tan fuerte que a su tranquila velocidad máxima recorre la inmensidad y puede ser vista con las herramientas adecuadas. Y que lo que podemos ver no es la explosión, ya sucedida y olvidada, sino su proyección en luz.

Pero hablamos de la luz, que es "visible", ¿pero habrá fenómenos "negros" que no vemos pero que se abalanzan sobre nosotros desde el pasado y nos afctan?

Es decir, ahora que en poco tiempo tendré que encarar mis últimos tiempos, las explosiones de mi pasado más negro, ¿me alcanzarán dejando que me pierda en su "sensación"?