jueves, marzo 26, 2009

Ellos

Están entre nosotros. Se confunden con nosotros. Van a los gimnasios. Practican natación. Saben patronear un barco. Están bronceados a destiempo. Sus maneras son suaves pero tienen dientes afilados que trituran esperanzas. Se hacen cargo de lo que les han encomendado. Y lo hacen bien. Sea lo que sea. Despedir a la gente. Traficar con esclavos. Blanquear dinero. Nunca se manchan las manos. Son muy parecidos porque han aprendido a hablar utilizando las mismas expresiones en los mismos sitios y, sin embargo, todos se consideran originales. Son suaves con los poderosos y bruscos con los débiles. Eso sí, son trabajadores, muy trabajadores. Tienen dinero, grandes casas, coches caros, mujeres elegantes, niños guapos. Los ve moverse a su alrededor, con rapidez, ocupados en cosas que él, pobre, está seguro de no comprender y mirando con condescendencia a los demás, a todos esos que, según ellos, habría que apretar un poquito para que trabajaran más o, mejor aún, despedir. O matar. Si se mira desde una perspectiva adecuada, despedir a alguien o acabar con él no son cuestiones tan diferentes, ambas son maneras de perderlo de vista.

Le gustaría pensar que en sus casas, se convierten en personas normales que quieren a sus hijos y a sus esposas, que cortan el césped y que disfrutan de los pequeños placeres gastronómicos que pueden permitirse. Que, una vez despojados de sus trajes caros y sus zapatos italianos, vuelven a encontrarse consigo mismos. Pero la verdad es que hace tiempo que sabe que en las casas de todos ellos, unas vainas de aspecto vegetal rezuman líquido y palpitan en bañeras, en camas y en armarios. Esta es la imagen: las vainas laten despacio mientras la música va creando una atmósfera de suspense, de misterio, de una forma algo tramposa. Esta es la imagen: estas vainas tienen en su interior sus copias domésticas, las que tomarán el control cuando deban besar a sus hijos, cuando deban satisfacer sexualmente a sus mujeres. Copias con las mismas caras angulosas, los mismos músculos duramente trabajados o las mismas barrigas algo caídas, las canas y las patas de gallo, los pectorales y los tríceps. Copias que parecen apreciar el cariño, capaces de hacer cualquier cosa por sus seres queridos. Copias que parecen los verdaderos seres humanos.