Hasta 1512, en el quinto concilio de Letrán, la iglesia católica no reconoció la inmortalidad del alma. Es decir, desde una perspectiva actual, durante un 75,2% del tiempo de existencia del cristianismo, el alma de los hombres no era inmortal ni tampoco individual. Los hombres moríamos, nos descomponíamos y esperábamos el juicio final en nuestras tumbas, callados. Sin juicio a los tres días, sin cielo y sin infierno, sin purgatorio y sin limbo.
Teniendo en cuenta que hasta hace poco tiempo, para la iglesia católica, los niños que morían sin bautizar no iban al cielo sino al limbo (ya que eran culpables del pecado original) pero que, cuando el limbo dejó de formar parte de su doctrina, estos niños han encontrado por fin el camino al paraíso (pues los teólogos confían en la voluntad divina de salvar a todo el mundo), creo que podríamos deducir (y discúlpenme por mi falta de pudor a la hora de razonar sobre cuestiones divinas) que todos aquellos hombres buenos nacidos antes del cristianismo habrán recibido el mismo tratamiento, independientemente de la planta en la que se encontrara su sala de espera.
Como, a pesar de que no existen cálculos fiables al respecto, se puede estimar la población de humanos desde el inicio del homo sapiens en unos 80.000 millones de personas (más o menos), podríamos realizar una aproximación muy burda: si suponemos que mal es parte del 50% de humanos (ignorando la distribución del pecado por zonas temporales e históricas y despreciando los diferentes ritmos de crecimiento de nuestra especie a lo largo de la historia y otras nimiedades estadísticas), podemos concluir que en un instante, en un punto del tiempo, en mucho menos que un microsegundo, Dios tuvo que registrar, almacenar y contabilizar 30.080 millones de nombres, correspondientes a 30.080 millones de personas diferentes.
¿Se imaginan el barullo? ¿Se imaginan la cacofonía de imágenes, de recuerdos, de nombres que invadieron la mente divina? ¿Se imaginan el gigantesco jaleo que debe suponer el juicio final, el final de la historia, ante el cual esta pequeña actualización estadística es una nimiedad?
Suerte que la omipotencia de Dios fue un concepto introducido desde el inicio.
4 comentarios:
genial
Gracias anónimo,
(es que no puedo decir mucho más, la verdad :-D)
Un saludo,
X
Muy bien Sr.X, y si, menos mal que la omnipotencia quedó clara desde el principio sino... yo no me creo que pueda este tio aclararse con tanto concilio, ahora que si,ahora que no...
Besos
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