jueves, marzo 13, 2008

Monegros

En el desierto de los Monegros, una mancha de aridez en mitad de la península ibérica, unos militares hacen maniobras. En un ejercicio en el que se entrenan para trabajar con minas antipersona (una de nuestras mejores bazas en el mercado internacional de armas), una de ellas queda olvidada debajo de unos matorrales y la dejan allí, oxidándose y volviéndose del color del desierto.
Diez años más tarde y después de haber conseguido los permisos necesarios, en el día de inauguración del primer casino de la Ciudad del Pecado (que parece la Mezquita de Córdoba en versión kitsch, como si el esplendoroso pasado Omeya de la ciudad hubiera sido pasado por un filtro de Disney, despojado de su verdadero significado, simplificado y coloreado para ser entendido por espíritus pueriles) el dueño de la corporación que lo ha financiado está a punto de cortar la cinta de inauguración cuando suena una explosión.
Milagrosamente intacta después de tantas obras, la mina antipersona ha ido a explotar justo bajo los pies del alcalde del pueblo que más ha luchado por la construcción del complejo de casinos (muchísimo trabajo para la zona, tan pobre y deprimida). Como esas minas están diseñadas para herir al enemigo y no para matarlo, el alcalde sólo pierde una pierna, seccionada a la altura de la rodilla. La pierna da unas vueltas en el aire y cae de pie, chorreante de sangre, con el zapato aún puesto.
Gracias a la cantidad de fuerzas de orden público presentes en el acto de inauguración y a las ambulancias traídas para tratar las posibles insolaciones que pudieran producirse a cuarenta y cinco grados al sol, la pierna es rápidamente introducida en hielo, la hemorragia del alcalde contenida y ambos llevados con rapidez al hospital más próximo (a sólo quinientos metros, pues la corporación ha tenido en cuenta los posibles infartos y ataques de ansiedad que el juego puede producir en los adictos). Lamentablemente, el personal sanitario en prácticas no puede hacer nada para salvar la pierna del alcalde.
La corporación, después de emitir una nota de prensa lamentando el suceso y eludiendo su responsabilidad, comunica que se dispone a regalar al alcalde una pierna de plata maciza con su logotipo grabado. Una muestra de desagravio y también una manera de conjurar la mala suerte que parece haberse abatido sobre el complejo (algo importante para gente tan supersticiosa como los jugadores).
Desde entonces, los jugadores habituales que acuden a The Great Mosk, gente capaz de gastar hasta un millón de euros en una semana, tienen como costumbre tocar la pierna de plata del alcalde para intener atraer las buenas rachas. Dan buenas propinas y el alcalde está encantado.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué decir? simplemente genial, este es el Xavie que más me gusta, ya te comenté que a veces me sorprenden tus "fragmentos e ideas", otras me saca la sonrisa socarrona, como en esta ocasión, y disfruto de tu descripción en detalles que aparentemente podían pasar desabercibidos.

Plas, plas, y sonrisa de medio lado

Anónima

Gemma dijo...

"La pierna da unas vueltas en el aire y cae de pie, chorreante de sangre, con el zapato aún puesto."

Muy gráfico, sí señor.
Lo más probable es que, después de todo, sus jugadores acabasen diciendo algo así como que los Monegros bien valen una pierna...

La independiente dijo...

Gracias anónima,
Ya sé que te gustan estos cuentos.

Mega,
Seguro que sí, los verdaderos jugadores no se dejarían convencer de ese detalle.

Un saludo,

princesadehojalata dijo...

Muy bueno!! Divertidísimo. Besos.

La independiente dijo...

Gracias princesa,
En este no aparecen yonquis y muertos. Me alegro de que te haya divertido.

princesadehojalata dijo...

Los dientes, fueron los dientes...por los yonquis siempre he sentido cierta debilidad (profesional). Feliz finde.