En el Paseo de la Castellana, en la novena planta de un edificio, la palabra “deseo” que alguien había escrito en un correo electrónico se convirtió en una ristra de números, que ocuparon 8 bytes, que son 64 bits, que a su vez son unos y ceros, que no son sino meras señales eléctricas de la presencia y de la ausencia. Esos impulsos eléctricos alcanzaron la red de la empresa, que estaba conectada con otras redes y estas a su vez con otras, hasta alcanzar la red de destino, en la que había una persona esperando ansiosa una respuesta. Las señales eléctricas no eran conscientes de estar transportando la palabra que cambiaría para siempre el destino de las dos personas que intercambiaban el correo, ni siquiera eran conscientes de ser señales eléctricas. Tampoco los cables, ni la fibra óptica enterrada bajo el asfalto, ni las señales de microondas que subieron al cielo buscando al satélite. Simplemente se unieron a la ristra de palabras y números y signos y caracteres extraños que los ordenadores intercambian entre sí y que hace que el mundo, incluso cuando todo está silencioso, emita un zumbido muy por debajo de nuestro umbral de percepción.
Esa palabra llegó a su destino justo dos segundos después de haber sido escrita y provocó un flujo anormal de serotonina en la persona que la leyó, la puso nerviosa haciendo que pensara en la expresión “mariposas en el estómago” y provocó una ensoñación en la que aparecían una cama deshecha, periódicos de domingo, niños, y un dulce envejecimiento.
La palabra había cumplido con su objetivo, y después de que la persona que la había leído cerrara su ordenador, se quedó a vivir en el servidor de correo. Ya no era la misma, ahora apenas era una sombra de la que fue. Vive allí con otro montón de palabras olvidadas que ya casi nadie lee nunca. Pero siempre se acuerda de la emoción con la que la leyeron por primera vez y eso la hace feliz.
7 comentarios:
Muy bien, chaval :)
três belle!
Gracias, amiguete.
Merci, anónimo.
Un saludo,
X.
Buen cuento. Besos de varios bits.
Encantado de haberlo leído.
Gracias princesa y nan.
Besos cifrados (con una clave de 128 bits) para ambos.
X.
Lo que pueden las palabras cuando no se han gastado lo bastante es fabuloso.
Estoy con Nán: muy certero.
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