martes, agosto 14, 2007

Casualidad

Supón que escribes algo, un cuento muy corto, que te parece realmente bueno, ¿vale?, algo que te gusta de verdad, que lees y relees. Supón que cada día que pasa estás más convencido de que aquello que conseguiste escribir, aquellas palabras que conseguiste poner en fila, una detrás de otra, es bueno; lo mejor que has escrito nunca. Es corto, eso sí, no tiene muchas palabras, pero te gusta precisamente por eso, por su concisión. Has llegado a pensar que realmente puedes considerarte escritor gracias a ese cuento. Quizá no lo publiquen, quizá nunca te publiquen nada, pero a ti te da igual, sabes que ese cuento es bueno, si no te publican es porque a veces el mercado y la buena literatura tienen una relación algo extraña. No pasa nada.

Imagínate que caminas por la calle tranquilamente, esquivando mierdas de perro y coches, sorteando a parejas de ancianos, porque vas a una librería: uno de tus sitios preferidos para dejar pasar el tiempo. Y allí descubres el relato de un autor con un título sorprendentemente parecido al tuyo, como, por ejemplo, no sé... La extraña sonrisa fúnebre y claro, no te queda más remedio que comprobar si, de alguna extraña manera, tiene algo que ver con el cuento que has escrito, el cuento que ha conseguido hacerte sentir como un escritor, aunque seas un escritor que solo acierte una vez. Es irresistible la tentación de leer de qué va el libro en la contraportada, y entonces es cuando descubres que el volumen que tienes entre las manos es una recopilación de cuentos escritos por el autor en diferentes momentos de su vida y que La extraña sonrisa fúnebre es el título de un relato corto, casi un microrrelato, que se publicó en New Yorker y que consiguió que el autor empezara a ser reconocido en los ambientes literarios de la ciudad. Después de eso, no te queda más remedio que leer el relato, no existe la posibilidad de no hacerlo, es algo ajeno a tu voluntad; podrías olvidarlo, podrías pensar que es una casualidad, que la vida está llena de casualidades, que realmente no tienes por qué pararte allí en medio de la librería y leerlo con prisa, pero sabes que la decisión está tomada de antemano. No hay posibilidad de huir de él. Si lo haces, te perseguirá para siempre, sin descanso; será una idea que nunca te dejará tranquilo, se convertirá en una obsesión. No puedes evitarlo.

Y poco a poco, la sorpresa por el descubrimiento de un relato con un título tan parecido al que has escrito da paso a la incredulidad y a la preocupación cuando descubres que el relato que acabas de encontrar, y que pertenece a un escritor norteamericano semidesconocido, musa de malditos y marginales, es tan parecido al tuyo que estás seguro de que un juez siempre dictaría a favor del autor en caso de que un muerto, encontrado en una cuneta con una sobredosis, pudiera denunciarte por plagio. Y piensas que quizá él no pueda hacerlo, pero que los que en ese momento sean sus herederos, siempre que un autor yonki y maldito los hubiera tenido, o la editorial que posea los derechos, sí que lo harán. Sin dudarlo y sin compasión. Con las cosas de comer no se juega.

Y ahora imagínate la cara que se te quedaría intentando convencer a alguien de que tú no conocías al autor, que nunca habías oído hablar de él, que ha sido una puñetera casualidad escribir un relato que en realidad es una necrológica sarcástica, una necrológica preñada de humor negro en la que el supuesto personaje que estaba siendo ensalzado acaba convertido en alguien sin escrúpulos, en alguien sin alma, alguien reflejo de la sociedad materialista y sin conciencia en la que vivimos.

Imaginas todo eso y comprendes, cuando piensas en la cara del juez escuchándote, que tu carrera literaria ha acabado antes de empezar y que nunca serás el escritor que sueñas. La casualidad te ha jodido la vida, qué le vamos a hacer.

6 comentarios:

Ruth dijo...

Pero como ya eres un escritor de primera, porque una vez que escribes un buen relato estás plantando la semilla para escribir otros, volverías a escribir y conseguirías ser publicado con un relato que no se pareciera al de nadie.

La independiente dijo...

Pero...
¿y si todos los relatos que consiguieras escribir los hubiera escrito alguien antes?
Un escritor maldito, condenado a escribir una y otra vez un relato que otra persona ya ha escrito y condenado a encontrarlo justo antes de enviar el suyo a una editorial. Ese sí que es un tema para un relato (que alguien ya habrá escrito, claro)

:-D

Un saludo,

Anónimo dijo...

Todo ha sido pensado, todo ha sido sentido, todo ha sido escrito. Aun así, cada uno teñimos con un tono personal e intransferible lo que nos animamos a encadenar con palabras. Eso es lo que hace de nuestros relatos únicos e irrepetibles.

Sin embargo, no he podido dejar de recordar, mientras te leía, que yo había escrito algo parecido hace algún tiempo ;D

Gracias por hacerme sonreir, Xavi.
Un besote

Sebastián Puig dijo...

¡Qué bueno! Y el tema es de lo más Borgiano... Pura Biblioteca de Babel.

Y Ruth... Ruth, es un encanto.

La independiente dijo...

Rhtmduel, haga usted el favor de no coquetear en mi blog. Y no digo más... :-D

Y gracias, como siempre.

La independiente dijo...

Y gracias, Patricia... me alegra haberte hecho sonreir.