jueves, octubre 27, 2005

Especialistas

De repente un día, se levantó y no entendió como había llegado hasta allí. Lo que parecía seguir una vía, tener un propósito, se le antojó un sinsentido.
Había dedicado diez años de su vida a estudiar unos manuscritos antiguos. Diez años completos de su vida. Había escrito libros que a veces alababan las tesis de sus colegas y a veces entablaban feroces disputas con esos mismos colegas. Había vivido apasionadamente el mundillo de la investigación universitaria.

Y de repente, un día despertó, contempló el mundo y descubrió que no entendía nada. El mundo se había movido y él seguía estando donde siempre: en su estudio, con los facsímiles en la mesa.

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