De La Espera de Borges:
“Vio trágicas historias del hampa; éstas, sin duda, incluían errores, éstas, sin duda, incluían imágenes que también lo eran de su vida anterior; Villari no las advirtió porque la idea de una coincidencia entre el arte y la realidad era ajena a él. Dócilmente trataba de que le gustaran las cosas; quería adelantarse a la intención con que se las mostraban. A diferencia de quienes han leído novelas, no se veía nunca a sí mismo como un personaje del arte.”
Justo eso. La última frase, otro dardo certero. Los que hemos leído novelas (y mucho más, los que aspiramos, quizá inútilmente, a escribirlas) nos podemos ver como protagonistas de una trama literaria. Es una de las facultades de la novela. La suspensión de la individualidad. Nos difuminamos (fade away, qué exacto que es el inglés, a veces) literalmente en la trama de la novela. De ahí que nos duelan tanto las palabras de Stevenson citadas por Borges. “Al final, un personaje no es más que una ristra de palabras”.
Pues no, señor Stevenson, pues no.
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