lunes, mayo 09, 2011

Minimalismo

He vuelto a escuchar hoy música minimalista, que me gustaba cuando era adolescente y escuchaba a Wim Mertens y a Michael Nyman, iba a sus conciertos, llevaba traje, fumaba tabaco negro y hablaba de filosofía con amigos que aún siguen siéndolo tantos años después, ya ves.
Cuando era adolescente mi profesor de Ética, en una época en la que aquello de la Ética todavía era algo novedoso, se burlaba de mí por llevar traje al instituto y me decía si ahora llevas traje qué harás cuando trabajes, lo que no deja de ser gracioso porque a mi primera entrevista de trabajo fui con un aro en la oreja y larga melena recogida en una cola, con unos pantalones de faena con muchos bolsillos y unas botas Doc Martens negras de costuras amarillas.
Cuando era adolescente tomaba cervezas de litro sentado en un sitio que se llamaba La pochinga, en un banco que era nuestro porque siempre estábamos allí después de clase, y después recogíamos los cascos de las cervezas y los tirábamos a una papelera metálica de color verde que por entonces no tenía el logo del ayuntamiento, ni siquiera el escudo antiguo de Córdoba con leones y castillos, antes de que fuera la albolafia del río la que ocupara su lugar, y charlábamos interminablemente sobre la vida y el amor y la libertad y la muerte.
Cuando era adolescente veíamos pasar a los yonquis en sus afanes, en sus largas caminatas a toda velocidad de un lugar a otro, moviendo droga o buscándola o qué se yo, aunque sabíamos que cuando se ponían demasiado nerviosos eran peligrosos porque podían hacer cualquier cosa, incluso pincharte porque estaban con el mono y un yonqui con el mono era capaz de todo. Veíamos caminar a los adictos mientras hablábamos de Sartre sin tener ni idea, sin haber leído un libro, sin saber nada, mientras perorábamos sobre el determinismo o la libertad. Ya ves qué petulante y estúpido fui y menos mal que la vida me ha hecho saber después que creerse especial y original es, precisamente, una pulsión adolescente que se supera con el tiempo.
Siempre he tenido buenos amigos que no han tenido empacho en reírse de mí, lo que ha sido un remedio contra uno de los muchos que me habitan y que resulta ser un tipo estúpido, ridículo, pretencioso y pagado de sí mismo que se cree más listo que los demás y que tiene tendencia a mirar por encima del hombro. Ese que escuchaba música minimalista en la época de Mecano.
Y sin embargo, al escuchar un tema de Wim Mertens con 25 años de antigüedad, The Fosse, en el que las notas se repiten obsesivamente y que consigue transportarme a aquel tiempo en un parpadeo, todavía me emociono. Un tema perfecto para la nostalgia. Ya saben, esa tristeza suave y satisfecha que sentimos cuando evocamos las buenas épocas de nuestra vida, signifique eso lo que signifique.

3 comentarios:

María dijo...

Vaya! Pues a mí también me has trasladado a mi adolescencia, cuando también escuchaba música minimalista y era adicta al programa Diálogos 3 de Ramón Trecet. The Fosse me sigue pareciendo una canción preciosa. Voy a buscar algo de Mertens por youtube para recrearme en la nostalgia.

Beso.

María dijo...

Me quedo con Struggle for Pleasure o Maximizing the Audience. Estas canciones me trasladan muchos años atrás y me hacen recordar antiguos amigos.

Gracias por desempolvarlo!

NáN dijo...

Pues se ve que ha emprendido el regreso hacia atrás, porque me gusta mucho la música minimalista.

Los amigos de la adolescencia, de esa adolescencia en la que, a diferencia de tus padres y todos los viejunos, te crees que has encontrado el meollo de la vida (con lo fácil que es, ya ves, y ellos no se dan cuenta) son necesarios por varios motivos importantes. Uno de ellos es que se pueden descojonar de ti, que lo hacen con frecuencia, y tú de ellos: y aprendes que no pasa nada y cada vez vas dejando que más gente se ría de ti (o contigo).