Todos esos gritos, que resuenan en el vacío inmenso de una sala sin un solo oyente, sobre la falta de calidad de la democracia, ese invento occidental, la poca importancia de la formación, la insignificancia del estudio ante la fama, sobre el camino que hemos emprendido en España de emulación de Italia, ese futuro manifiesto de la democracia postmoderna, caen, mucho me temo, en saco roto. Estamos cansados de agoreros, aunque sean sabios y acierten en todo pues también Casandra lo hacía mediante sus visiones del futuro y la ciudad la condenó al ostracismo y miraban a través de ella como si ya hubiera muerto. Estamos hastiados de la protesta y de la queja, y sí, lo decimos sin vergüenza, queremos ver el documental sobre la vida de la princesa del pueblo, queremos llorar con las historias de amor de los viejos, tan originales, queremos ver a los niños haciendo cucamonas al ritmo de la música, esforzándose por ser los mejores monos del circo, queremos ir a ver cómo se baña Michelle Obama, queremos ser ricos para poder desperdiciar el dinero en pizza y velinas —cómo no, cómo imaginar una vida más feliz que la del hombre viejo rodeado de bellezas que podían ser sus hijas, manufacturadas todas por el mismo médico sin arrugas que también está en la fiesta y que también, si no tiene cuidado, aparecerá en una fotografía desnudo y con una erección—, queremos vivir sin tener que pensar en el mañana, ni en la muerte ni en lo que dejamos a nuestro paso, queremos entrar a una reunión y que un montón de tipos importantes y con trajes caros se levanten al unísono para recibirnos, queremos sentarnos al lado de la gente que importa, de los que manejan el mundo, aunque para ello debamos hacernos amantes de ancianas multimillonarias que pagan campañas de Sarkozy, queremos que nos regalen los trajes y dar el soplo a un amigo de la infancia de que tal parcela se va a recalificar y que es el mejor momento posible para comprar terrenos allí, queremos que Calatrava haga un puente en nuestro pueblo.
Qué quieren que les diga, si su país no les gusta, emigren. Y digan más tarde que se han exiliado, que no han podido con tanta estupidez.
Pero no se engañen, a nadie le importará.
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