Miro a mi alrededor en mi salón, ligeramente alterado (solo ligeramente, eh) debido al desalojo de un cuarto que debo pintar y veo libros, muchos libros, ocupando triple espacio en estanterías, doble fila en vertical más fila en horizontal, cómics, muchos cómics pero menos que libros, un juego de mus, de esos que vienen en una caja y que traen garbanzos plateados como amarracos, algunos discos sin rotular, varias figuritas, un teléfono sin batería, una lámpara hecha con pequeños cristales, una lata vacía de tabaco chino que se llama double pleasure, varios marcos con fotos, en las que curiosamente casi siempre salgo yo, varios vasos de té llenos de bolígrafos, estilizados y decorados con pintura plateada, una caja de cuero repujado que me regaló mi madre cuando le dio por los trabajos manuales, no demasiado bonita pero a la que tengo mucho cariño, una matera, con cantos de plata, las piezas de un ajedrez, dos cabos de vela a medio consumir, otra cajita de madera labrada, un cactus enorme, fálico, un toro (¿un toro? ¿por qué tengo un toro en casa?), un acuario hecho de cartón que mi sobrina me regaló hace algunos años y que está ajado y medio roto, consumido por el polvo (la entropía del universo es algo inevitable), un grabado del Quijote, una lámina grande de Corto Maltés, dos plantas bastante saludables, una impresora sobre la caja del ordenador, con varias carpetas encima, muchos clasificadores con apuntes antiguos, con mi letra, mejor dicho, con la letra que tenía hace quince años, dos micrófonos para jugar a la videoconsola, cuatro cuadernos a medio escribir, una mesa de madera (cedro, madera de cedro) con sus cuatro sillas de madera, dos grandes ventanales colocados a principios del siglo XX en la casa, que miran a la casa de mis vecinos, un sofá gris con un puf blanco, que me permite tenderme con comodidad, una mesa de cristal de colores, que me aseguraron se había montado a mano, algo que dudo, dos zapatillas adidas negras, con las listas (las famosas tres listas de la marca alemana) blancas, un atril con un gran libro que muestra toda la obra pictórica de Leonardo Da Vinci, una pared roja, tres paredes blancas, un suelo de madera, dos mantas tiradas de cualquier manera sobre el sofá, varias cajas con todo tipo de objetos en su interior (objetos que no voy a detallar porque sería una tarea que me llevaría demasiado tiempo y es viernes y hace sol y quién quiere andar describiendo las cosas que llevaban cogiendo polvo largos años en el estudio, la habitación que voy a pintar, precisamente), una máscara africana, un cartel que me trajo un amigo de Senegal, muy divertido, de un peluquería que se llama en francés Dios es el único camino, varios puzzles y peluches y demás juguetes (para los sobrinos y demás niños que pasan por casa), fotos familiares colgadas en la pared, una mesilla de noche (vacía), con más apuntes encima (sin clasificar, esta vez de hace solo un par de años), un botella de agua vacía, una lata de coca-cola zero medio llena, una televisión (¡por supuesto!), un equipo de música (que debo cambiar), una videoconsola antigua (las de última generación valen demasiado y no creo que merezca la pena gastar tanto dinero para acabar echando de menos las cosas que hacía cuando no empleaba todo mi tiempo en jugar a los videojuegos), un revistero lleno de peródicos antiguos, un jarrón de madera negra que resulta inútil porque tiene un agujero y cuando se llena de agua lo pone todo perdido, varias alfombrillas de ratón, una piedra que me traje de Lisboa, de las que utilizan para construir las aceras, una foto de mi padre en la mili, bien joven y guapo, unas gafas antiguas metidas en su funda, tres barajas de cartas, un dvd, un descodificador de televisión digital.
Si observar los objetos que hay en una casa es algo que puede dar una idea de la personalidad del dueño, no tengo ni la más remota idea de lo que estos objetos cuentan de mí, la verdad, ni la más remota y además me sorprende mucho que sean míos, es decir, me sorprende la misma idea de propiedad, ¿cómo es posible que todo esto sea mío?, ¿qué quiere decir mío?, no sé, tal vez solo se trate de que no tengo ningún tema del que hablar y que me ha resultado más fácil recorrer el salón de mi casa (pero, ¿tengo casa?) y acumularlo todo aquí, que es, más o menos, un sitio muy parecido a los cajones negros de madera (comprados en Ikea, claro) que contienen todos los objetos que no es necesario tirar y que estaban en mi estudio (qué pretenciosa esa palabra, ¿no?). Más o menos. Que estoy harto de decirlo, que sin imaginación no se va a ningún sitio. Que a quién le importará todo esto. Que igual lo que sucede es que estamos todos muy solos y los objetos nos ofrecen alguna clase de consuelo. Que yo qué sé.
5 comentarios:
las mudanzas, aunque sean pequeñitas (de una habitación a otra), nos ofrecen curiosas fotografías de lo que ha sido nuestra vida en unos años. Yo tiendo a guardarlo todo y al final solo lo reviso cuando me cambio de casa, destrozo un enorme mueble del salón o decido pintar la habitación, pero es divertido de cojones.
¡Disfruta!
xx
No, si disfrutar, estoy disfrutando un montón. Pintar es algo agradable, divertido, relajante incluso, me atrevería a decir.
Yo no tengo la culpa que mi espalda, mis hombros y mis antebrazos no estén de acuerdo. Vamos, ellos sabrán, porque yo me lo estoy pasando de bien... ;-)
Ya llegará el tiempo de revisar lo que se ha salvado, pero mucho se ha tirado ya. Menos mal. Qué manía tenemos de ir acumulando trastos, oye.
Un beso,
X.
Si señor, los cambios de un dormitorio a otro, de una casa a otra, de un estado de ánimo a otro... nos traen objetos, es algo material, pero que al menos a mi, me hacen perder más tiempo del que debiera, me siento en el suelo y los observo, estornudo, voy a por un trapito y continuo, incluso he llorado, la nostalgia que es mu malita,uf se me hacen larguísimas las mudanzas pequeñas o grandes, y esta entrada me ha recordado que tengo una y de las gordas en breve.
Y tal vez los objetos que te rodean no son un consuelo, sino el testigo de tu paso por la vida, de quien te acompañó en el sofá, de quien te regaló la cajita labrada, con quien compartiste la música del equipo que debes cambiar...
Besos, y cuidate la espalda
Hola Divina,
Sí, tal vez los objetos sean solo testigos de nuestro paso por la vida y su función sea traernos a la memoria imágenes de nuestras vidas anteriores. :-)
Un beso,
X.
http://puntoyseguido-mega.blogspot.com/2009/01/los-objetos-de-mi-mesa.html
;-P
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