Últimamente no podía soportar que las palabras se desvanecieran en el mismo momento de pronunciarlas y por eso, en lugar de hablar, se dedicaba a llevar obsesivamente un diario.
Tras unas primeras entradas en las que intentaba explicar, mal que bien, el motivo para abandonar el habla, el diario ha comenzado a acumular un día tras otro la misma entrada:
«Otro día más sin hablar con nadie.»
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implosión
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