Yo nunca he querido demasiadas cosas en la vida. Nunca. Una vida familiar normal con las satisfacciones y trabajos propios de cualquiera. Alguien que me amara, bueno, ya sé que lo hace Eva, pero no es lo mismo, a fin de cuentas, ella es mi secretaria y no sé hasta qué punto me ama o lo que siente por mí se parece más al respeto y la admiración, como si yo fuera su mentor o su hermano mayor, no sé si se puede llamar amor a eso.
De todas maneras, ser querido siempre ha sido muy importante para mí porque tuve la mala suerte de nacer en una familia poco afectiva, sobria incluso para lo habitual en Centroeuropa. Es cierto que, si lo pienso, detesto el besuqueo y la gestualidad mediterránea de esas grandísimas familias de tías que acarician y pellizcan y chillan de satisfacción cuando pueden acunar a un niño nuevo del clan. Si soy sincero, los mediterráneos me parecen un poco grasientos, como si estuvieran siempre poco limpios, y además muchos de ellos huelen permanentemente a ajo. A veces me pregunto cómo es posible que los griegos, que inventaron la filosofía y sin los cuales no hubiera sido posible la cultura occidental sean tan parecidos a los árabes de la orilla contraria, y tan parecidos a los judíos. Pero me estoy yendo por las ramas, estaba diciendo que siempre he echado de menos la vida familiar. Incluso cuando intenté dedicarme a la pintura y me imaginaba a mí mismo triunfando en las galerías de París, en realidad siempre quise creer que habría alguien esperándome en casa: la vida familiar, feliz y anónima de cualquier vienés de cultura alemana. Pero los galeristas nunca confiaron en mi talento, nunca me dieron la oportunidad de ganarme la vida con la pintura. Cuando se tienen diecinueve años y te niegan la posibilidad de dedicarte a lo que consideras tu destino es posible que sufras un golpe irreparable. Yo, mirando las cosas con perspectiva, creo que lo superé bastante bien. Si bien es cierto que durante un tiempo estuve rabioso con la injusticia del mundo y creo que esa rabia, ahora puedo verlo claro, me hizo interesarme por la política. Es posible que, en realidad, yo sólo quisiera obtener mediante la política el público que esperaba haber congregado ante mis obras de arte, no lo sé. En cualquier caso, los alemanes hemos sufrido demasiado a lo largo de la historia y ya era hora de que alguien lo gritara bien alto, ya era hora de protestar por el injusto trato que las potencias occidentales nos habían dado después de la guerra, ya era hora de levantarse con la frente bien alta, dejar de humillar la cerviz, dejar las reverencias ante la industria inglesa. Quizá se trató tan solo de que fui capaz de sintonizar con el sentimiento nacional y los que escuchaban mis charlas se sentían identificados con lo que exigía y predicaba: que Alemania se levantara de nuevo con orgullo, que se convirtiera de nuevo en el gran país que siempre hemos sido.
A la gente le gustaba lo que yo decía, y sobre todo, le gustaba cómo lo decía, me di cuenta rápidamente de eso, de que yo tenía algo que era capaz de enfervorizar a cualquiera, de que yo tenía algo en la voz. Lo demás es historia y todo el mundo la conoce. Pero yo nunca he querido demasiadas cosas en la vida. Nunca. A pesar de todo lo que ha pasado, yo sólo quería una vida familiar normal con las satisfacciones y trabajos propios de cualquiera. Aquí en mi bunker berlinés, mientras ya contemplo la vida con cierta nostalgia, al fin conozco al hombre que habita bajo el uniforme.
10 comentarios:
Don Javier, el Hundimiento es lo que tiene, que precede al Alzamiento.
Perdón por el desliz, quería decir don Xavie.
Pues me has convencido, X. Qué peligro.
Y tendrás razón, y todo.
Y fíjate que coincido en una cosa con Adolf (y con Victoria Beckam -¿cómo coño se escribe?-): hay muchísima gente que huele a ajo. Y es horrible, joder; sobre todo que lleguen por la mañana oliendo así, a la cena del día anterior. Si es que se merecían...
(Oye, que te sobra un "para", por el principio del segundo párrafo)
Un abrazo, y buen fin de semana.
Don jc,
Si le digo la verdad, no sé como interpretar ese comentario. Si está relacionado con las últimas cosas que me han sucedido, y en ese caso, se lo agradezco, o si es una referencia a la famosa película. :-D
En cualquier caso, bien por la rectificación, Peter Parker es Peter Parker y Spiderman es Spiderman. Como ya escribí una vez.
Porto,
No pretendía convencer a nadie, la verdad :-D Pero es verdad que esta gente da miedo cuando los ves como humanos y no como extraterrestres (salvo en el caso de Victoria Beckam -¿cómo coño se escribirá?- que es extraterrestre de por sí) :-D
Si es que los mediterráneos ya se sabe, Porto, gente en la que no se puede confiar... :-D
Abrazos a ambos
Whaaaaaaaaaaaaaaaaaat?
Querídisma Donna,
What what?
¿No me he explicado? ¿no está claro quién es el personaje? ¿te preocupa acaso la caída de popularidad de la Casa Real?
Dudas, dudas... :-D
Un beso,
X.
No, no. Es que ha sido leer que los mediterráneos no éramos de fiar e írseme las pantorrillas al techo… cuando todo el mundo sabe que los que no son de fiar son los gallegos. Y los cordobeses. Pero bien de largo.
Los gallegos no son de fiar, eso seguro. Porque son los más desconfiados del mundo.
Sobre todo cuando hablan con alguien del camelador sur o del comerciante Levante.
Eh, eh
A ver qué pasa con el Sur.
Querido Porto, donde no estuvo el Imperio Romano no hay nada más que bárbaros del Norte, eso ya lo sabes. Y qué provincia romana fue la más tempranamente romanizada: efectivamente, la Bética.
Y no digo mas.
Y de los fenicios no digo nada tampoco. Que luego todo se sabe.
Hala.
Pero aquí sí estuvo.
O por lo menos enviaron a alguien a que construyese unos puentes y un faro para dar el pego.
En lo que sí coincidiremos es en lo de los fenicios...
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