El niño aquel caminaba con alegría a diario, daba pequeños saltitos evitando las líneas de unión de las baldosas del suelo, o seguía empecinadamente la línea de unión de las baldosas. Todo estaba bien, y el día era eterno y había nuevas cosas que aprender y todavía las mujeres no habían aparecido como adversarias en su vida, sólo eran niños raros que lloraban más. Así que daba un paso y luego otro, más tarde un salto, evitando la rutina estúpida que los adultos siguen al caminar, porque el mero hecho de dar un paso era algo fantástico. Y si no que se lo pregunten a Jaime, que está en silla de ruedas y daría lo que fuera por poder correr con los demás críos, aunque eso sí, a la play era el mejor el cabrón, claro como tenía que estar sentado todo el día, sus padres le dejaban más rato con la play, a ver si esto de saltar no va a estar tan bien como parece, más tiempo en la play, guau, pero bueno, otro salto y ahora a evitar las baldosas rojas porque si piso una, algún desastre acabará con todo el planeta y ni siquiera los americanos podrán mandar una nave o algo que acabe con el meteorito, y sigo caminando y, de repente, ahí está. Y me paro.
Y aquí el niño se detiene inquieto. Porque todo el barrio sabe que en esa casa justo de ahí enfrente vive un señor bastante raro que está siempre en calzoncillos y bata y que no se afeita nunca. Cuando una vez Pedrín (su madre insiste en llamarle así pero todos nosotros nos reímos de él), envió el balón a su cerca, todos los demás nos quedamos paralizados. A nadie le apetecía lo más mínimo que el viejo gruñón le diera un grito y además, había sido Pedrín el que había enviado la pelota a su casa, que se buscara la vida, así que Pedrín fue para aquella casa y el viejo en bata le dio la pelota y le echó una maldición en un idioma muy raro, que sonaba fatal. Pero hoy hay un coche muy grande y negro, que está esperando en su puerta, y parece un coche de esos que salen en las pelis o en los vídeos musicales que son largos y cabe mucha gente dentro y de repente el viejo sale afeitado y llevando uno de esos trajes que lleva la gente importante en los bailes, un esmoquin me parece que se llama, y entonces el hombre que espera en la puerta del coche con un traje oscuro dice: “Pase, por favor, señor Ferlosio”.
3 comentarios:
:D
Buen homenaje.
Buena semana, que falta hace.
Sí, me pareció divertido que Ferlosio fuera el ogro del barrio. Eso, y también que estaba practicando el estilo indirecto libre.
Me alegra de que te haya divertdio. Y gracias por lo de la semana. Para tí también.
Y si lo necesitas, ya sabes donde me tienes.
Un abrazo,
Un homenaje particular a Sánchez Ferlosio.
Publicar un comentario