Nunca quiso que sucediera de esa manera. No quiso ser secuestrada y llevada a la selva. No quiso despertarse bajo el cielo con picaduras de insectos en el cuerpo. Ni perder el contacto con su mundo. Ni curar las llagas de su pies después de tantas jornadas de marcha, agotadoras. Ni vivir con miedo a un disparo por la espalda.
Pero así han sucedido las cosas. Su vida entró en un injusto paréntesis y aunque durante meses se levantó maldiciendo su suerte, su vida y su país, un día vio el brillo en los ojos de Juan, quien siempre la había tratado bien. Algunos lo llamarán síndrome de Estocolmo, pero ella cree que fue amor.
Ahora su hijo la mira mientras mama. La selva se refleja en sus ojos.
Qué extraño oficio el de vivir.
5 comentarios:
Siempre me dejas en un estado de trance reflexivo, amigo. Saludos desde Estocolmo. Me gustaría que visitaras mi blog y me dieras tu opinión sobre un relato que he enlazado.
PD: el antispam está de coña: la palabra que he tenido que teclear es gfnputeo. Cosas de la generación aleatoria de caracteres. Borges estaría encantado.
A mí también me llamo la atención la noticia. Ahora están secuestrados los dos, los tres o ninguno? Quien sabe.
Besos.
Hola rythmduel, me llamó la atención la noticia de una mujer secuestrada que había acabado teniendo un hijo en la selva. Por lo visto es un caso habitual en Colombia.
Y pasaré por tu blog para decirte algo, claro.
Hola princesa, sí que es una noticia curiosa. La naturaleza humana es algo increíble, ¿no te parece?
Xavie, tendrías que escribir un relato parecido sobre Natascha Kampush. Canción ya tiene: http://www.myspace.com/bienvenidosalacostabrava
Un saludo.
La verdad es que un relato en el que se contara el caso de Natasha, secuestrada desde niña y que acabó amando a su secuestrador por ser la única persona con la que tenía trato, sería inverosimil. Y no todo puede literaturizarse.
Ya sabes que la verosilimitud es una cuestión que preocupa desde hace tiempo a los estudiosos del tema. Si no recuerdo mal, al menos desde Aristóteles.
Y tampoco podría escribirse un relato en el que un hipocondriaco neoyorquino, intelectual y de origen judío acabara casándose con su hijastra y teniendo un hijo con ella que casi puede considerar también su nieto. Y fíjate en Woody Allen. ;-D
Un abrazo,
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