miércoles, mayo 23, 2007

Funeral

Las encinas empiezan a florecer en marzo. En esa época les brotan flores que son machos y flores que son hembras, que el viento encadena como si fuera una casamentera. Como en el caso de las mujeres, si el embarazo va bien, las flores hembra se transforman hasta convertirse en otra cosa: de su cuerpo surge una bellota que, después del período de gestación, acaba por caer blandamente a los pies del árbol. Las bellotas permanecen cerca hasta que se convierten en arbusto, una costumbre habitual entre las crías. Y un mes de marzo cualquiera el arbusto florecerá y entonces la familia que lo rodea comenzará a tratarlo como un adulto.

Cuando una encina se dispone a morir, toda su descendencia lo presiente y la arropa en su último viaje. Una pequeña vibración recorre todo el encinar, esponjándolo, pasando de un vástago a otro, de generación en generación, hasta que toda la familia agita levemente las hojas en señal de despedida. La encina contempla a sus cientos de hijos, algunos centenarios y otros apenas adolescentes, y piensa que es bueno tener una familia tan numerosa. Y entonces muere satisfecha. Si la encina es muy mayor y tiene mucha familia, el luto (un color verde más oscuro del normal) puede durar casi dos semanas.

El rito funerario está siendo investigado por los biólogos porque no acaban de entender esa última señal de despedida. Yo, sin embargo, no sé qué es lo que no entienden. Como si no estuviera claro.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy era esto justo lo que necesitaba leer, tan genial como siempre y haciendo pensar, como siempre.Lo único distinto de hoy es que he decidido decírtelo aquí.
Gracias por notar que algo me pasaba esta mañana, un beso

La independiente dijo...

Gracias por los halagos, viajar al sur, te animo a que sigas dejándolos por aquí.

La vanidad es el combustible de los blogueros :-D

Un beso

Portarosa dijo...

Pues vengo yo también a alimentar tu vanidad: me ha gustado mucho, X.

Un abrazo.

La independiente dijo...

Me alegro, Porto
Como siempre. Es que uno se acostumbra a los halagos habituales y si no los encuentra los echa de menos. ;-)

Un abrazo,

Portarosa dijo...

¡Te estoy malcriando!

La independiente dijo...

Me estás malcriando absolutamente. Absolutamente.

Abrazo,