martes, mayo 08, 2007

Contra la seriedad

Haciendo un ejercicio de imaginación, imaginemos. Creamos por un momento que alguien está escribiendo el Quijote hoy en día. Y que lo hace desde la parte del mundo que más se parece a los Siglos de Oro españoles: Latinoamérica.

Y en su historia esto es lo que pasa. En su historia, un loco con el seso seco por los libros de conspiraciones, de esos que hablan de sectas secretas que han gobernado el mundo desde el tiempo de los templarios, decide descubrir los trapos sucios de la Iglesia Católica brasileña. Se echa al monte como el subcomandante Marcos pero, después de unos cuantos episodios cómicos en un meublé de mala muerte guatemalteco, en la selva mexicana acaba trabajando de bufón para un coronel del ejército metido en temas de narcotráfico, que vive como un marqués. Más tarde, y una vez que ha asistido a una nacionalización en Venezuela en la que todo el mundo alzaba el puño y cantaba emocionado el himno nacional, acaba probando la ayahuasca en el Amazonas, algo que contribuye definitivamente a la pérdida absoluta de su sentido de la realidad y a que todo lo relacione con una conspiración que lo persigue para evitar que desvele los grandes misterios que ha aprendido. Por el camino es maltratado por los guerrilleros y los paramilitares colombianos, por los mercenarios recién llegados de Irak de las multinacionales norteamericanas, por los miembros de las maras, sobre todo la SalvaTrucha, y por la DEA estadounidense. De regreso en su casa en la frontera mexicana, recupera su lucidez y muere renegando de esos libros, engendros del demonio. Y para añadir un toque de realidad al relato, el protagonista podría además, ser de rasgos indígenas o mestizo.

Este relato, escrito con el estilo desatado y lleno de términos fronterizos de la literatura de McOndo y el Crack y publicado en una editorial tejana preocupada por las nuevas voces narrativas tex-mex, se convertiría inmediatamente en un éxito de ventas.

Y al cabo del tiempo (sigamos imaginando) cuando hubieran pasado un par de décadas, las universidades norteamericanas crearían cursos semestrales que pretenderían analizar la novela como el epítome de la voz del excluido y del loco, como el producto de las corrientes culturales de la frontera, como un ejemplo de la labor predatoria de las empresas en la selva, como el advenimiento del mestizaje globalizado a la literatura chicana. Un departamento especializado en “gender studies” se encargaría de diseccionar aquellos pasajes de la novela en los que el erotismo y la sexualidad estuvieran más presentes. Y alguien conseguiría un doctorado escribiendo sobre “El palimpsesto posmoderno: técnicas fragmentadas de discurso en la estructura de la novela chicana contemporánea” utilizando el libro en cuestión.

Y el autor, que sólo pretendía divertirse, que sólo pretendía contar una historia lisérgica con narcocorridos y persecuciones por las carreteras latinoamericanas, alguien que, al fin y al cabo, escribía sobre la literatura pop y sobre la influencia de la Tribu de los Brady en la falta de orgullo latino, no podría creer que realmente fuera su cara la que apareciera en televisión cuando, vestido con ropas que hace doscientos años ya eran antiguas, recogiera su título de Doctor Honoris Causa en la Universidad Autónoma de México

Y después de recoger el título, se vería con sus amigos del barrio y se tomaría dos botellas de tequila a la salud de todos los envarados doctores que se creen que la seriedad y la literatura están hechas del mismo material.

Que creo que es lo que hizo Cervantes cuando consiguió acabar su obra con una sola mano. Sólo que en lugar de tequila, se las bebió de vino. Y en lugar de dos, fueron cuatro.

Que se me da un ardite, que diría el nuestro. O no mames, güey, que diría el suyo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Tú crees? Me refiero a que si crees realmente que Cervantes escribió el Quijote de esta manera, que puede ser, oye.

Yo me voy por el camino del medio. Quiero decir, que no pienso en que Cervantes estuviera exprimiéndose el cerebro hasta su última gota, pensando en narradores, puntos de vista y sociologías varias (más que nada porque en aquellas épocas todos estos rollos de tesina no estaban tan de moda como hoy, me figuro; al fin y al cabo el Quijote, si mal no recuerdo, está considerada una de las primeras novelas, ¿no?), pero tampoco haría una obra de "escritura directa y/o espontánea"...

Eso sí me ha gustado tu comparación. ¡Escribamos y bebamos tequila (güisqui para mí, por favor, que con el tequila me dan soponcios) para festejarlo!

La independiente dijo...

Hola Cal,
Lo que creo es que, básicamente, el Quijote era una parodia de los libros de caballerías y un libro humorístico. Y que convertirlo en el libro que refleja la más rancia esencia española (en un extremo) o en un ejercicio de metaliteratura (en el otro) es un exceso.

Bebamos tequila y whisky (lo siento, pero güisqui es una palabra sinuosa y ridícula, por mucho que diga la academia) y luego, si se nos da bien, escribamos. O mejor, sólo bebamos. :-D

Un beso

Sebastián Puig dijo...

... se te ha olvidado: y hagamos el amor hasta no poder más. Una magnífica reflexión, que a menudo yo también hago, aunque sin expresarlo tan bien como tú. Ahora bien, cuando levanto la ceja izquierda (no me preguntes porque ésa) ante tanta devoción y análisis quijotesco, recuerdo que grandísimos y admirados escritores de toda época y condición, nada sospechosos de esnobismo intelectual, han tenido en la novela de Cervantes su referencia ineludible. Y entonces mi limitado cerebro me susurra: "por algo será"...

La independiente dijo...

Rythmduel,
Quiero dejarlo claro: "El Quijote" es la primera y mejor novela de todos los tiempos. Sin duda. La he leído algunas veces y siempre me emociono en la escena en la que El Quijote muere. Es una novela fantástica. Maravillosa. Llena de humanismo.

Pero también es divertidísima y de ahí el post. Aparte de para arrancar una sonrisa, trataba de plantear esa cuestión. ¿Por qué el mejor arte tiene que ser necesariamente serio? ¿Por qué tiene tan poco prestigio intelectual el humor?

¿Es necesario ser un desgraciado, como Kafka, como Walser, etc. para escribir una obra de arte?

Por ahí iba la cosa

Un abrazo

Anónimo dijo...

Oyesss, por supuesto que no hace falta ser un desgraciado para escribir una obra maestra. Refiriéndonos a Kafka, pobre hombre, morirse deseando quemar todos sus escritos... Un desgraciado, ea (pero qué bien escribía el condenao).

El Quijote no es nada serio. Es un libro muy, muy, muy divertido, una parodia, como bien dices. Los serios y aburridos son los que tratan de examinarlo como que fuera una ratilla de laboratorio. Mira que hay gente soporífera (y con exceso de tiempo libre) por el mundo. Ojjjjjjj.

Bebamos, bebamos. Es más, en la ofi tenemos una botellina de whisky, así que me voy a servir un chupito a la salud de toda la gente feliz, para seguir alimentando la mala fama que me atribuyen. XDDDD

Una cuestión: ¿existe alguien totalmente feliz o totalmente desgraciado? ¿Creeis que Cervantes fue siempre feliz y satírico? Seguro que tendría sus depres y se sentiría el más desgraciado de los humanos de entonces. Fijo. Y Kafka, pues tendría sus momentos, con las chavalucas que se ligó y tal, aunque no fueran muy afortunadas sus relaciones... Pero se sentiría bien en algún momento... Digo yo (voy a dejar de pensar gilipolleces en alto).

Besitos. C.

La independiente dijo...

De acuerdo en lo que dices... :-D

Yo tengo una teoría sobre el humor: creo que en realidad el humor recubre las cosas con una capa de risa, pero que en su centro mismo lo que hay es desolación. Por nuestra condición mortal, más que nada...

Y no creo que haya nadie que pueda ser feliz todo el rato. Sólo los que no saben nada de nada y esa no es mi idea para pasar por esta vida, la verdad.

Un beso,

Sebastián Puig dijo...

Coincido con tu último comentario, Xavie. No existe la felicidad completa o permanente.

Respecto a tu aclaración al mío, siento no haber captado la ironía... y eso que estoy participando en un seminario de gestión del conocimiento (¡pa que hablo!).

Un abrazo.