miércoles, enero 16, 2019

Futuro



Ayer estuve con un amigo cenando y charlando y salió en la conversación una entrevista que había leído en un diario en la que un columnista decía algo así como que la clase media está formada, realmente, por pobres en excedencia y que, desgraciadamente, gran parte de los que formamos parte de ella volveremos a la pobreza que históricamente siempre nos ha correspondido. 

No es que sea la idea más optimista del mundo, pero estoy bastante de acuerdo con ella a mi pesar. No sé si es falsa conciencia de clase, el pesimismo propio de los tiempos o alguna otra cosa, pero mucho me temo que mis hijos van a tener menos oportunidades de las que yo tuve. Aquello de estudia, trabaja duro y demás, aquello que me funcionó a mí (que subí un par de peldaños en la escalera social, que he ganado más dinero que mi padre casi desde el comienzo de mi carrera laboral) no creo que les funcione a ellos. 

La clase media con la que me relaciono habitualmente en el trabajo combate esa preocupación de una única manera: con dinero. Con educación privada, idiomas, estancias en el extranjero, carreras, másteres. Creo que es una aproximación válida. Si se trata de competir por unos pocos puestos de trabajo bien remunerados (para tener una vida libre de las preocupaciones más inmediatas, para poder hacer planes a medio plazo), es lógico intentar contar con la mejor preparación. También cuentan con una tradición familiar de títulos universitarios que yo no tengo. Entiendo que para ellos lo más natural es pensar sobre la formación de sus hijos tal y como sus padres pensaron en la suya.

Hay otro vector, claro. La herencia. Dejar a tus hijos dinero o propiedades también puede garantizarles una vida más plácida, con menos preocupaciones prosaicas, al menos. Yo también pienso a menudo en hacer el esfuerzo de mantener mi piso en el centro de Madrid para dejárselo a mis hijos, ahorrándoles así el principal problema de las grandes ciudades, la absurda cantidad de dinero que hay que dedicar a la vivienda. La falta de tradición familiar en títulos universitarios también influye en el patrimonio, qué le vamos a hacer.

Ahora bien, tal vez el dinero y la competitividad no sea la única manera de preparar a tus hijos para el futuro. Tal vez haya llegado el momento de potenciar también en ellos la austeridad. De hacerles entender que no hacen falta tantas cosas para vivir con plenitud, que el conocimiento es un bien en sí mismo, independientemente de la aplicación práctica que podamos darle, que no hace falta tanto para poder vivir una vida digna, a pesar de lo que nos cuenten, a pesar de las nuevas vidas de santos que nos ofrecen los medios, en las que se nos cuentan con pelos y señales las trayectorias de todos esos genios de Silicon Valley y que siempre acaban mencionando los miles de millones que tienen. Que hay gente feliz que no juega a eso de ganar más dinero a toda costa, que la sociedad ha llegado a un extremo en que le resulta imposible concebir el éxito vital más allá de la cuenta bancaria. 

Prepararlos para vivir con poco. Hacer de la necesidad virtud. 

Aunque tal vez esta reflexión, en el fondo, lo único que esconda sea la aceptación de una derrota. 

2 comentarios:

Microalgo dijo...

Mú negro lo pinta Su Merced. Lo malo es que tiene buenos pinceles y copia del natural.

Anónimo dijo...

El pensamiento moderno pintado la realidad del futuro. Excelente fragmento.