Ayer estuve con un amigo cenando y charlando y salió en la
conversación una entrevista que había leído en un diario en la que un
columnista decía algo así como que la clase media está formada, realmente, por
pobres en excedencia y que, desgraciadamente, gran parte de los que formamos
parte de ella volveremos a la pobreza que históricamente siempre nos ha
correspondido.
No es que sea la idea más optimista del mundo, pero estoy
bastante de acuerdo con ella a mi pesar. No sé si es falsa conciencia de clase,
el pesimismo propio de los tiempos o alguna otra cosa, pero mucho me temo que
mis hijos van a tener menos oportunidades de las que yo tuve. Aquello de
estudia, trabaja duro y demás, aquello que me funcionó a mí (que subí un par de
peldaños en la escalera social, que he ganado más dinero que mi padre casi
desde el comienzo de mi carrera laboral) no creo que les funcione a ellos.
La clase media con la que me relaciono habitualmente en el
trabajo combate esa preocupación de una única manera: con dinero. Con educación
privada, idiomas, estancias en el extranjero, carreras, másteres. Creo que es
una aproximación válida. Si se trata de competir por unos pocos puestos de
trabajo bien remunerados (para tener una vida libre de las preocupaciones más
inmediatas, para poder hacer planes a medio plazo), es lógico intentar contar
con la mejor preparación. También cuentan con una tradición familiar de títulos
universitarios que yo no tengo. Entiendo que para ellos lo más natural es
pensar sobre la formación de sus hijos tal y como sus padres pensaron en la
suya.
Hay otro vector, claro. La herencia. Dejar a tus hijos dinero
o propiedades también puede garantizarles una vida más plácida, con menos
preocupaciones prosaicas, al menos. Yo también pienso a menudo en hacer el
esfuerzo de mantener mi piso en el centro de Madrid para dejárselo a mis hijos,
ahorrándoles así el principal problema de las grandes ciudades, la absurda
cantidad de dinero que hay que dedicar a la vivienda. La falta de tradición
familiar en títulos universitarios también influye en el patrimonio, qué le
vamos a hacer.
Ahora bien, tal vez el dinero y la competitividad no sea la
única manera de preparar a tus hijos para el futuro. Tal vez haya llegado el
momento de potenciar también en ellos la austeridad. De hacerles entender que
no hacen falta tantas cosas para vivir con plenitud, que el conocimiento es un
bien en sí mismo, independientemente de la aplicación práctica que podamos darle,
que no hace falta tanto para poder vivir una vida digna, a pesar de lo que nos
cuenten, a pesar de las nuevas vidas de santos que nos ofrecen los medios, en
las que se nos cuentan con pelos y señales las trayectorias de todos esos
genios de Silicon Valley y que siempre acaban mencionando los miles de millones
que tienen. Que hay gente feliz que no juega a eso de ganar más dinero a toda
costa, que la sociedad ha llegado a un extremo en que le resulta imposible
concebir el éxito vital más allá de la cuenta bancaria.
Prepararlos para vivir con poco. Hacer de la necesidad
virtud.
Aunque tal vez esta reflexión, en el fondo, lo único que esconda sea la aceptación de una derrota.
2 comentarios:
Mú negro lo pinta Su Merced. Lo malo es que tiene buenos pinceles y copia del natural.
El pensamiento moderno pintado la realidad del futuro. Excelente fragmento.
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