Mi larga experiencia con la tecnología me reafirma en una
intuición de la que he hablado en otras ocasiones: llegado a cierto umbral, la
acumulación cuantitativa se convierte en un cambio cualitativo. La cantidad cambia
la cualidad de las cosas.
Chomsky, con una gran idea, modificó tu teoría generativa (hablamos
de lingüística, no de Donald Trump) para reducir al máximo el número de reglas
que utilizaba. Lo llamó teoría minimalista y, en resumen, aplica la misma
operación una y otra vez sobre los símbolos originales establecidos por la
gramática. Y, desde mi punto de vista, es la mejor aproximación al
funcionamiento de la lengua que conozco. Es algo que solo importa a los
estudiosos del lenguaje, pero que, hasta cierto punto, ilustra lo que pretendo
decir.
Los fractales son constructos matemáticos que aplican una y
otra vez la misma operación sobre números complejos. Son entidades muy curiosas
que, por ejemplo, tienen dimensión topológica fraccionaria (longitudes
infinitas acotadas por superficies finitas). De hecho, se trata de los objetos
matemáticos que mejor representan ciertos aspectos de la naturaleza como el
crecimiento de los árboles o la línea de la costa. Otro ejemplo.
Las redes neuronales que se utilizan hoy en día en
aprendizaje automático (machine learning para
los anglófilos), y que están mucho más presentes de lo que nos gustaría pensar,
hacen algo similar: aplican la misma operación matemática a sus entradas y si
el resultado supera cierto umbral activan su salida (la neurona se activa), que
a su vez, constituye la entrada de muchas otras neuronas. En pocos años, los coches conducirán solos gracias a
mecanismos de este tipo.
La conectividad (que comenzó hace más de veinticinco años y
que, cuando los conectados eran tan solo algunos millones de humanos, auguraba
un mundo feliz en el que todos seríamos demócratas y razonables) ha alcanzado
ya el umbral para convertirse en otra cosa. Ahora estamos dispuestos a que nos
vigilen permanentemente a cambio de entretenimiento vacuo. Algo similar ocurre
con los apartamentos turísticos: lo que parecía una buena idea (alojarnos en
las habitaciones de invitados de las casas de los demás) se ha convertido en el
principal vector en el aumento de los alquileres en las grandes ciudades. Y en
ambos casos, lo único que ha cambiado es la cantidad de personas que utilizan
el servicio.
Se trata de algunos casos que ahora me vienen a la mente,
pero creo (no es una teoría que pudiera falsarse, y, por tanto, no es científica,
solo se trata de una idea) que así funcionan las cosas en este universo. Es,
por así decir, una de sus reglas básicas. La materia inorgánica se organiza en
materia orgánica, que se convierte en materia viva, que acaba siendo materia
inteligente, que desemboca en la conciencia de la propia desaparición, lo que
acaba generando culturas que cada vez se complican más (los últimos intentos de
la ciencia por explicarlo todo son de principios del siglo XX) hasta llegar a
este cúmulo informe, esta compacta capa de información que nos imposibilita no
ya la sabiduría, sino la mera comprensión.
La verdadera cuestión será el próximo salto cualitativo, el
próximo cambio.
4 comentarios:
Qué gustito da leerlo, a usted.
Gracias, Microalgo. Creo que voy a iniciar una serie (aunque luego quedará truncada al número 2 o 3, eso
seguro) de microensayo variado...
Abrazote
Muuuy interesante.
Mañana te pregunto.
El turismo, también.
Publicar un comentario