martes, abril 10, 2018

Derecho



La ciudad anegada me trae a la memoria El mundo sumergido de Ballard (recuerdo vagamente esa novela, con las ciudades convertidas en puertos y los barcos peregrinando eternamente) mientras sigo mirando las carreras de gotas en los gigantescos cristales que nos resguardan.

Podríamos subsistir aquí con las provisiones de las máquinas de vending hasta que se materializara el Apocalipsis, mirando nuestros ordenadores mientras los ríos provocados por la lluvia ácida resbalan sin dejar huella en el vidrio. 

Dedicaríamos nuestro tiempo al estudio, al conocimiento, exentos al fin de los rutinarios correos electrónicos, de las cuentas de resultados y de la eterna búsqueda del crecimiento. Nos convertiríamos en expertos en paleografía medieval, en programación de modelos estadísticos, en política internacional. 

Qué felicidad esa en la que cada uno, dejándose llevar por sus naturales inclinaciones al conocimiento, estudiara en profundidad la materia que más le interesara: alta tecnología, crecimiento personal, nutrición racional, economía, derecho, inversión en bolsa, chismes y cotilleos, paternidad, banalidades varias. 

Liberados por fin de la producción necesaria que justifica (mal que bien) nuestros sueldos, podríamos sumergirnos por completo en el saber. Qué paraíso. Disfrutaríamos del exacto momento en que nuestras mentes alcanzan la velocidad de crucero y asimilan casi sin esfuerzo nuevos conocimientos. Nos levantaríamos de las mesas para fumar con la conciencia del trabajo bien hecho. 

Nuestro cerebro intentaría nuevos cursos de pensamiento. Nuestra visión del mundo se vería enriquecida. Encontraríamos argumentos nuevos, pensamientos nuevos. En cierta manera, nos convertiríamos en otros, mejores otros. Para eso sirve el estudio.

Y, con tanto tiempo por delante, acabaría interesándome por un campo del conocimiento que nunca me ha gustado demasiado (siendo como es una construcción cultural de importancia análoga a las matemáticas, por ejemplo): el Derecho. Acabaría especializándome en Derecho Público. 

Tal vez haría un máster, ahora que parecen tan necesarios.

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