Me he visto contemplando la parte de mi vida por la que ya he transitado (un largo tubo, un túnel con cierta fosforencencia interior, iluminado aquí y allá por sucesos recordados, o bien recreados, que muchas veces no responden a ninguna lógica) y me he observado delante de un ordenador, estudiando con entusiasmo el funcionamiento de la máquina, desentrañando manuales, aprendiendo el funcionamiento del mundo y también me he visto en una biblioteca durante muchos días, consultando el facsímil de una carta del siglo XVII, estudiando los textos de más de un poeta casi olvidado y, por un momento (solo un momento, eso es cierto) he advertido cierta lógica, cierta coherencia. Me he visto también (ahora en plano picado) despertando acompañado la mayoría de los días, en varias ciudades diferentes, y he visto el peso y el paso del tiempo hiriendo poco a poco la cubierta de mi cuerpo. He sentido (es lo bueno de los recuerdos, no tienen por qué ser solo una película mal dirigida y con un guión inverosímil) la tranquila placidez de la vida en pareja en domingo (ahora casi olvidada, apenas una esquirla de algo que era consistente y fuerte y sólido como los cimientos de un palacete medieval) y también el sabor amargo de la resaca en la boca y la excitación de un cuerpo nuevo en el lecho. He movido el tubo hacia delante y hacia atrás (son mis recuerdos y puedo hacer con ellos lo que me dé la gana) y me ha gustado verme con la iluminación adecuada, a veces con una fotografía con grano, muy poética y a veces con los colores saturados, como una estampa pop, como un fotograma hiperrealista. Al hacerlo la banda sonora también iba cambiando y, como en las películas cuando los protagonistas oyen la radio en un coche, la música chirriaba durante un momento hasta que comenzaba a sonar nítida y precisa como todo lo digital. He reflexionado sobre qué papel ocupaba lo leído en mis recuerdos (el tubo adelante y atrás, adelante y atrás) y creo las palabras son la trama, el tejido (fabric en inglés, no sé por qué me gusta más esa palabra), el eje que permite el movimiento de ese tubo.
Muevo el tubo iluminado, como un caleidoscopio de juguete, pero no veo nada más allá del momento presente. Según la Wikipedia, ese sería mi horizonte de sucesos, una hipersuperficie frontera del espacio-tiempo, tal que los eventos a un lado de ella no pueden afectar a un observador situado al otro lado. Es una teoría científica, ya saben, una hipótesis contrastada en la realidad. En realidad, a todo el mundo le sucede lo mismo, todo el mundo se estrella contra ese horizonte. La diferencia es que la mayoría de la gente puede imaginarse lo que hay al traspasar esa línea y yo he aprendido a preferir la intriga.
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